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El intenso color de la mañana
Se acercó lentamente hacia mi almohada,
la acarició y junto a ella, mi cabeza.
La brisa intensa, suave y piadosa
se acercó lentamente a mi rostro,
lo acarició y junto a el mis sentidos se estremecieron
y por fin pude entender la curiosa sensación
de volar sin despegar, risas mudas
y trepar a lo alto con pasos perpetuos
junto a pasajeros ya conocidos,
junto al alma enriquecida de gracia
y plenitud…

Todos los días despierto,
y antes de abrir los ojos, espero…
contengo y me distancio del mundo,
lo hago sin pensar, sin esperar
en una búsqueda infructuosa
de paz y descanso, esperanza
quizás de ese pequeño respiro salvador
ese escape a tanto sentimiento
acumulado esas ocho horas horizontales.
espacio donde la mente recrea,
se atribuye carencias olvidadas, personas inolvidables…
Rostros y esencias que circundan,
Vuelan rasantes…
Voces del interior que suspiran nombres,
relatan sueños sobre sueños,
donde un niño encerrado en el desván,
grita desesperado que algo no anda bien,
exhala vientos de sufrimiento,
pinceladas rojas, destrucción.

Su pequeña caja de Pandora,
aquella eterna palpitante,
se había enloquecido, se había impresionado.
El preciso sabor a metales en su boca
traía consigo la desdicha de lo inexplicable,
la insoportable daga afilada de la circunstancia
atravesaba sin piedad su espalda y brazo,
ya no podía más,
lentamente la luz de sus ojos se apagaba
y no lloraba más, no pedía más,
cansado y atribulado con las razones
carentes de significado y condena,
en momentos como este,
donde solo el encargado maestro
tendría la última palabra
en tales acontecimientos, en aquella emoción,
solo quedaba esperar y seguir intentando,
solo quedaba apretar las manos
y aprovechar la despedida,
volcar todo ese cariño hacia el viento
y que el fuera el responsable
de hacerlo llegar a tantos seres
que hasta el día de mañana serán visitados,
serán premiados
por el solo hecho de pertenecer,
a esos bellos recuerdos, que ahora agonizantes
participan a la mente más coherente
los últimos segundos de vida,
las últimas gotas saladas de dignidad
por donde la vida desciende
hermosa como el mismo rostro
llena de humedad y pena,
termina casi acabada y ajena
en mi pecho gastado,
jadeante e inusitado
quien con esta última compañía
levanta apoteósicamente su morada
y por fin… respira en silencio…
descansa en paz…

Texto agregado el 26-12-2006, y leído por 125 visitantes. (1 voto)


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