Déjame intervenir por primera vez.
Yo estaba contigo esa noche. ¿Quieres que recordemos juntas?
Tus ojos eran de una profundidad tan, pero tan bella…no sabes qué belleza había en tus ojos. Te disfrazaste, te maquillaste dramática, te volviste toda de negro, y trágica apareciste, mis ojos negros, mi pelo, sólo algo de plata colgaba de mi cuello delgado.
Entraste jugando el único rol-creíste tu entonces-dramático de tu vida. Te miraste al espejo, nos miramos, ambas nos miramos. Nos sorprendió esta nueva yo transformada.
-Me quedaré contigo- le dijiste a él, y el negro de tus ojos profundizó aún más.
Alba en tu inocencia, trágica, bella, perdida, temí que tu esbeltez te quebraría. Quedaste parada en el centro, sola, como nunca estuviste en tu existencia.
Los deseos se torcieron y tu esbelta palidez se estrechó.
Sus raíces no estaban en ti, no estaban en tus arterias, ni en mis venas, ni en nuestros huesos delgados, ¿no lo sabías? Llegaste a él hambrienta y mutilada y tampoco lo sabías.
-Me voy- te contestó él-.
-No, no puedes irte.
-Parto.
-¿Por qué?-le preguntaste una vez más-.
-No hay lugar para ningún sueño aquí… por lo menos allá tengo la evidencia de la falta de sueños y futuro.
-Habrá vacío allá…
-Prefiero esa vaciedad a este engaño.
Fue más tarde que murmuraste
-Aquí estoy yo, en este lugar me tienes a mí.
-No me basta.
Quedaste sola, ambas quedamos solas.
Fue el día de tu máximo esplendor. Si te hubieses visto, por una vez hubieses creído en tu belleza.
De negro en tu blancura solitaria, desde las honduras mismas de la materia apareció esta visión que nos enmudeció, a ti, a mi, nuestro mundo. Y él nos dijo que te recordaría siempre con la tierra como tu telón de fondo y todos pensamos más allá…
Desesperante tu desamparo, horrible mi vacío.
Esa eras tú, así estaba yo, nuestra marca, el desamparo… el abandono se nos hizo carne y marco nuestro débil cuerpo.
Te colgaste de él, te arrodillaste y abrazaste sus pies. Inmóvil él, pues nunca salieron de ti tales gestos. Inmóvil, inmóvil él que de todos modos iba a abandonarte.
-¡No me dejes!- grito tu mente una y mil veces, pero las palabras jamás salieron de mi boca, no las dejaste, nunca fueron oídas.
En tu mente
-Volveré por ti. Volveré por ti…mi amor
Fui testigo del único eslabón de tus esperanza...
Esa noche fui de fuego. Tu intensidad nos amainó, tu audacia nos acobardó, tu soledad nos advirtió. No aflojes, me dijiste y yo, sin palabras.
Han hecho diana en ti, te han herido, estas en llamas, ¿tienes miedo?, ¿quieres huir?, ¿temes que te arranquen de cuajo el corazón?
Tanto sudor… ¿temiste derramarte? Tanta saliva… ¿no temiste secarte? Tanta humedad…, toda esa humedad se desprendió de tu cuerpo esa noche. Y no la recobraste como rocío.
Latente y sorda nuestra aflicción. ¿Y la rabia? La rabia…¿dónde? Tus lamentos en silencio. También yo lloré esa noche por ti, pero resentida, resentida yo por tu propia falta de resentimiento.
Soy frágil, fueron tus pobres palabras-
(Esa fragilidad explotaría mas tarde en mil fragmentos.)
Me dijiste un día, el mundo del dolor ha pasado a tener un nombre para mi…
Mi callado sufrimiento fue otro. Y podrías haberlo aliviado. No eres la primera mujer en el mundo con ese dolor, tampoco serás la última siempre te lo dije claro.
Pudiste renacer mil veces. Pudiste empezar de cero y hacer una linda corrida. Pero para ello debíamos sacar la rabia. Reaccionar. Y enjuiciar a ese hombre, borrarle el maquillaje, sacárselo sin temor a la luz cruda.
Él…
Reconozco, yo también estaba hechizada por ese hombre. No niego las muchas bellezas de este. Tampoco niego tu amor ni te lo desatiendo. Pero ninguna verdad es total, nada es del todo blanco, nada del todo negro. Y si hubieses hecho la prueba de amarlo, ese, al que es él en verdad y no a ese hombre etéreo que tú inventaste, de ese modo me inspiraría más respeto tu devoción. Si ibas a desangrarte por él, al menos hacerlo por el hombre de carne y hueso y no por el que tus ojos nublados desfiguran. Hacerlo por ese hombre que no conoció el compromiso, que se solazó en el tormento sin mover un dedo para salir de él, por ese hombre que arranca y arranca cobarde, que no fue capaz de quedarse contigo cuando tú más lo necesitabas. Desángrate por ese hombre que no sospecha del vocablo amor. No, no lo sospecha y tú nunca te diste cuenta. Solo sabe del juego de estar y no estar. Es ese nuestro hombre, el que a veces tiene un horrible rictus en su boca. El que huele a humo y no a carne. El que se esconde tras la música y los libros, pedante, porque no tiene las agallas para vivir fuera de ellos. El que no te quiso, ¿Quieres más o me detengo ya?
Estabas tan indefensa esa noche, tan indefensa…, cualquiera te hubiese podido adueñar. Podría haberlo hecho un amor grandioso o una iluminación, pero fue solo el desamparo al que pertenecimos…
Dos veces negada, ¿esperarás por una tercera?
Negada, herida, humillada. Y esa noche adherida a él le rogaste que te detuviera para siempre, estatuas de sal, sin salida para el lugar de allá o de acá. No podías soltarlo. Era la balsa escapando de tus manos en el río.
La balsa se fue.
Y él también.
Luego te fuiste tu, a tu singular manera y me arrastraste lejos, lejos de todo lo que creímos nuestro algún día.
…y si contemplas llorando las estrellas y se te llena el alma de imposibles, es mi soledad que viene a besarte…
Texto extraído y modificado por mi y para mi
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