Quisiera escribir un drama. Quizás una tragedia.


Contar una historia inventada, real, imaginaria. Decir que una noche caí a oscuras en un lecho de tierra, abordada por las estrellas en el firmamento, colapsada
por la luz de una farola.

Exponer al suelo mis más firmes pensamientos, dibujar una sonrisa en alguna cara, sentirme querida sin ser amada.

Discutir con las hormigas acerca de su tamaño, afirmarle a las paredes su blanca soledad.

Me gustaría escribir un drama. Quizás una tragedia.

Pero me quedo con la vida y su comedia. Risa desgarrada que se agazapa mientras tú pareces feliz, o triste, o desencantada. Lloro desconsolado que surge mientras tú estás triste, feliz o desencantada.

Amaría brincar entre las piedras, recogiendo el rocío de la madrugada. Deleitarme con el agua de una cascada, piedras en un río, saltos hacia la nada.

Socorrer a las nubes cuando se acerca el viento para echarlas, respirar el polen de las flores, morirme por su alergia.

Saborear un segundo, delicioso en su esencia, pequeña e irreconocible, que pasa sin que te des cuenta.

Quisiera escribir un drama. Quizás una tragedia. Una novela que hable de otro mundo, para olvidarme de la amarga realidad. Un cuento de hadas, donde ellas caminan, se bañan, comen y bailan. Relatos de fantasía, donde no hay arpías, solo reinas de la vida.

Contar los números al revés, jugar al tres en raya, mirar el alba, sobrexponer los pensamientos incluyendo el del amor y el de la esperanza.

Quisiera escribir un drama. Quizás una tragedia.
Pero para qué escribirla si viendo el mundo, ya está relatado el melodrama.