Sabes que ya no existes,
que la estancia vacía te muestra los estantes
repletos de botellas con tu impronta en sus vidrios.
La silla que ocupaste no te espera vacía,
pues tu nombre pasó
y no guarda recuerdo en su estructura.
Ni siquiera la playa,
ni la calle, pisada con cansancio,
reflejan tu pasar.
Solamente el poema reproduce tu tacto,
la inexacta manera de guardarte,
la única ventana, abierta contra el tiempo.
Solamente la mano que te asió,
los labios que besaron lo que ahora es ceniza,
el perfil que te supo a su manera,
esta pobre materia que, de paso,
recuerda su pasado y ya no es ni presente,
pero sabe la caja donde quedan
del amor y del sueño las únicas espinas;
del dolor, el aroma;
de la desolación, las lágrimas,
convirtiendo su tinta en estos versos.
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