MODERNIDAD

Cuando ya nada quedaba de la antigua casona, cuando ya no había rastros de su opulenta pero añeja estructura y ya habían caído los últimos soportes con un rechinar de muerte, cuando la tierra se había terminado de aposentar en ese enorme socavón, que ahora parecía una caries en medio de la manzana, el viejo se enjugó sus lágrimas por aquella residencia que lo había cobijado durante largos años y sentándose en un banco, resignado y ya sin esperanza alguna, aguardó que, a su vez, alguien lo sacara de allí para reemplazarlo por un vigoroso mozalbete.


LAS CALLES DE MI PROPIEDAD

Las ruidosas y anchas avenidas repletas de transeúntes y ribeteadas de letreros luminosos, son de los demás. Yo, prefiero hacer mías las más inverosímiles callejuelas para apropiármelas con sus habitantes y sus pellejerías cotidianas, me adueño de sus casas y son míos los árboles y los postes. También son míos los perros y los gatos y mías sus aventuras callejeras. Hasta de los pájaros me apropio y también hago míos sus nidos y sus melodiosos trinos. Santiago tiene mil calles pero no todas le pertenecen, algunas, las menos, son mías y allí es donde vivo en plenitud mi existencia.