Mujer Hermosa

El zumbido de las balas pasando sólo a centímetros por sobre mi cabeza me despierta. Abro y cierro los ojos repetidamente hasta que logro ver a la distancia los destellos que originan los proyectiles que me amenazan. Me concentro, apunto, fuego, el golpe del disparo me bota al fondo de la trinchera.

Abro los ojos y distingo en las penumbras un cabello largo, liso y oscuro. Estoy recostado en una limpia habitación, junto al más hermoso de los cuerpos femeninos que pueda imaginar. La cama está revuelta, las sábanas enrolladas en nuestros cuerpos, mojados testigos delatando un reciente momento de placer. Ella gira, me abraza y cierro los ojos mientras suspiro.

Me despierta una explosión a algunos metros, los trozos de mi sargento vuelan por los aires. Una segunda explosión, al otro lado, pero ahora más cercana me lanza contra las paredes de la trinchera.

Siento el aroma de su perfume, de su piel, de su deseo. Siento su respiración acelerándose a medida que nuestros cuerpos se aprisionan desesperadamente. Cierro los ojos dispuesto a entregarme, pero casi sabiendo que al abrirlos la escena no será la misma.

Escucho gritos, mis compañeros están saltando fuera de la trinchera, bayoneta en mano, dispuestos a tomar en asalto las posiciones enemigas, una acción desesperada, el miedo se apodera una vez más de mí, siento la tentación de cerrar nuevamente los ojos, de escaparme a su lado. Sé que no debo hacerlo, o quizá si pueda, sólo debo escoger una de las dos realidades, la guerra, o la hermosa mujer. Tengo dudas, el tiempo apremia, ya no queda casi nadie vivo en la trinchera, ¿dónde correré menos riesgo?

Salto junto a mis compañeros fuera de la trinchera y corro con todas mis fuerzas con la bayoneta al frente. Así es, me quedo con esta realidad, porque sé que mis compañeros me necesitan, y además las guerras una vez terminadas, a diferencia de las mujeres hermosas, se pueden olvidar.

Jota