Cae la noche como llovizna luctuosa sobre
los perfiles negros que se entenebrecen aún más
desatando almas que en el plenilunio saben a
néctar de anélidos putrefactos que asoman
desde los sepulcros sus cabezas alquitranadas y
desdeñosas, la carroña impelida por el desafío
orgiástico, abre sus fauces y devora epílogos
de sueños, tronchando alas mustias que ruedan
por el asfalto enmohecido, camina El Soberano
por sobre nubes de tormento, hiede a muerte
y cobra existencias a sorbos contenidos que
esclavizan y aniquilan, ella aguarda, collar
y yugular al viento, pétrea y mortificada
Selene estampada en su rostro lúbrico, perforada
de fauces y de pasión tras cristales vulnerados
cerrojos violados, liliáceas y crucifijos mustios, ay
aparece la estela redentora, risa avinagrada vertiéndose
sobre sus lácteos pechos curvados de pasión alada
la cubre de deseo con su capa anochecida y con
mano fría recorre sus marmórea piel, al
jadeo se unen sus quejidos de vientre sediento
sonríe la muerte contenida en fieros colmillos
que se clavan al unísono de los clamores
de la humanidad escarnecida que se abre en pieles
de seda para ser penetrada y bebida a rojas bocanadas
de usufructos bendecidos, ella expira con sonrisa de
nardo en sus labios extintos, jura amores al viento
la capa vuela y se hermana con las tinieblas que aúllan
augurios de muerte y desdicha que son los designios
con los cuales los ingenieros del tormento
discurren amores, silencios y resurrecciones…