Desde que te conocí, mi existencia ha sido un simple manejo de las matemáticas: Primero, juré amarte y respetarte todos los días de mi vida, sumé lo mío a lo tuyo y formamos un hogar. Más tarde, hicimos el amor y producto de ello, nos multiplicamos, ya que tuviste dos hijos que supongo son también míos. En lo sucesivo, supe sólo de restas y menoscabos, me transformaste en un ser evasivo, fugitivo de mi mismo, un pellejo de hombre que se consumía bajo tu gesto imperioso.

Terminé este juego matemático de la mejor manera: Te corté el gaznate con un cuchillo de cocina, luego dividí tu cuerpo en cinco partes y las arrojé al mar. Y pude haber hecho esto desde el principio, cuando te conocí, porque aquí si que el orden de los factores habría alterado el producto...