No Olvidar

Hoy desperté en un sueño retardado. Las tibias sabanas del amanecer envolvían en caricias de arco iris la oscuridad que poco a poco se olvidaba. Mi habitación no tiene relojes, detesto la cronometría del tiempo desdichado, en especial esa impresión dejada por aquellos de dividir el universo en atrasos o adelantos. En fin, levante un parpado y supe que estaba en algún lugar de la universal matutineidad. Acaricie la cuna de mi descanso y dedique la modorra de quien tranquilamente es.

Dirán, que tiene de extraño un despertar... Yo diré, que cada día se descubre y amanece en algo nuevo. Y despertar por voluntad de querer, es la exquisitez vivida y apreciada de la minoría. Pero no es aquello lo que quiero destacar de la mañana veraniega que atravesaba mis cortinas. Cuando logré vencer el instinto sobrenatural de rendirse ante la inactividad pasiva y me incorporé en mis cuatro paredes, resolví en intentar algo nuevo.

Silenciosamente, como evitando el estruendoso movimiento laboral que nacía allí afuera, me acerque a mi ventana. Conté hasta tres y de un golpe abrí mis cortinas acabando con la noche eterna de mi habitación. Y lo primero que vi no lo puedes imaginar.

Allí abajo, en maletines o sandalias, las personas caminaban buscando destinos cruzados. Los árboles contra su voluntad eran adornados con una navidad que no les incumbía. Los móviles entre bocinazos y señas convivían en el pavimento, y la cordillera otra vez desnuda, olvidada para siempre. Pero ninguno de estos elementos me sorprendió. Lo que despertó mi curiosidad estaba en el cielo.

Solitaria en desmedro de pocos e ignorancia de las multitudes se alzaba la luna. Que curioso ¿verdad? Aquel elemento del despertar de románticos ensueños, de oraciones firmes y pasados oscuros firmamentos, ya no iluminaba corazones. Aquel vivo reflejo de la esperanza seguía allí, pero en la inimaginable pasividad de lo olvidado. No podía comprenderlo, si el día opacaba su existencia ¿Por que seguía allí, donde quedaba expuesta su debilidad? Si la luna seguía en el mismo lugar tanto en la luz, como en la oscuridad ¿por qué me sorprendía verla en este momento?

Mi mente volaba en estas extrañas preguntas. Me intrigaba el hecho de que existiese luna diurna y nocturna, pero que solo era recordada en noche. Pensé en tantas cosas que existen desde siempre, y que olvidamos y desechamos con frecuencia. Pensé en mi familia, mis amigos, y aquellos instantes que tan frágilmente resbalan de entre nuestros dedos. Tal y como miles de pequeños satélites en noche y en día, son situaciones libres y espontáneas que surgen desde el misterio para nosotros. Y el valor que estos detalles despiertan en nuestras vidas, depende de cada uno de nosotros.

Porque cuando el momento lo amerita, despreciamos la calidez entregada por esas pequeñas cosas para sumirnos en el egoísmo del dolor personal. Digo egoísmo, pues es más fácil descender al abismo por voluntad propia que luchar por merecer todo lo que nos ha sido entregado. Es mas fácil decir “estoy solo” que decir “depende de mi”.

Esa era la respuesta. Y me alegré tanto de saber que la luna brillaba para mi tanto de día como de noche que sentí como si unas tibias palabras descendieran del cielo. Cerré mis ojos y tal como una brisa que envuelve de vida a los sueños, materialice en mi voz una idea que despertaba de la eternidad.

“Aquí estoy, no lo olvides”