Tierra de nadie
Cuando el viento decide regresar,
donde el ánima sola sabe de su infinita compañía.
Tú, de rodillas mojada y siguíendola;
tú, inerte de hastío, y feliz de tan cansada,
¿Qué lloras ahora en la hora trémula del brindis con tus muertos?
Cuando el trago rasca al fondo del paladar
y no se aloja en tu garganta,
sino que busca la chimenea de tu nariz,
como el espíritu de un licor amargo,
con el llanto seco alojado en tus manos,
ves al indigente viento con un costal de hojas secas
y recuerdos enmarañados que reclaman su lugar
en la materia húmeda.
Donde estes sin estar,
persiguiéndote para alcanzar apenas
tus nostalgias olvidadas;
es allí donde descubriras a los perros callados,
sin nada que ladrar a los cuervos,
donde la lluvia no sabe a donde caer,
ni las piedras donde posarse.
Parece que hasta el polvo se ha enterrado,
quieto, sin más cosa que cubrir,
eres tú la extraña novedad, donde un pálido intento
de orden trata de encontrar el extremo del caos,
para desatarlo, y que en un esfuerzo de parto
salga la luz.
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