Te dejo un sinfín de besos-conejos, que quedarán escondidos en diferentes partes de tu habitación. Algunos colgando de las cortinas, otros, ocultos dentro de un libro de poemas de Neruda, uno caerá dentro de tu zapato y mañana te besará los dedos de los pies, otros, los más picarones, se meterán a tu ducha y se descolgarán desde el chorro de agua caliente para danzar sobre tu piel.

Te dejo esos besos-conejos, tan invasivos y juguetones para que los lleves contigo. Ellos besan a escondidas y, a menudo, verás cómo saltarán a tu falda para trepar hacia tus labios, allí buscarán el correivuela de tus besos, el néctar de tus labios y los latidos acompasados de tu corazón herido…