De: mariaaudije@opimet.com
Para: carlosmengod@tricomail.com
Asunto: Re: Otoño
Fecha: 5 de Octubre del 2006
Hola Carlos;
Ante todo, perdona mi tardanza. Ya sabes; mi ordenador no es muy bueno, está viejo y se estropea con facilidad. Pero no, aún no puedo permitirme comprarme otro.
Ayer tuve la tarde libre ¿sabes? porque, aunque no lo parezca, los capitalistas que me explotan en el hotel también me dejan descansar, eso sí, sólo entre semana, nada de sábados o domingos libres. Aproveché para bajar al puerto, ese mismo que te vió desaparecer, quizás para siempre, en aquella tarde plomiza de mayo. Me senté junto a una pequeña barca, donde un pescador preparaba las redes para una intensa noche de pesca, y no hice nada más que contemplar en silencio el mar, mezcla de océano y río, de agua dulce y salada, de furia y calma... No te voy a engañar; su azul me recordó a tus ojos y las olas a tu pelo alborotado, y sonreí, no sé por qué pero sonreí; ¿amor? ¿despecho? ¿cariño? ¿añoranza?. No lo sé.
Ya veo que sigues igual, tú y tu melancolía y tu intención de acallar a los fantasmas del pasado. Puede que Teresa lo sea, pero yo ¿acaso soy igual que todas? Creo conocerte bién, al menos en lo poco que me dejaste ver de tí y por eso se que hay algo en tu interior que te destroza y mata por dentro aunque lo intentes ocultar. No se si será la causa de tu pasotismo, de tu aficción a la bebida o de tu eterno hermetismo; ni siquiera se si algún día querrás decírmelo.
Los termómetros aquí no suben ya de los 18ºC y pocos son los días en los que sale el sol aunque las calles de La Alfama siguen desprendiendo ese calor y esa luz mágica, y tu voz y tu risa resuenan, ahora con más fuerza, en cada esquina. Jamás pensé que llegaría a decirte lo mucho que te echo de menos y que el vacío que dejaste en mí aumenta cada día. Anoche dormí con tu camiseta puesta, aquella que gané tras muchas batallas entre las sábanas de mi cama, y me vino a la mente el olor de tu piel después de nuestra primera noche de ¿amor? ¿sexo? llámalo como quieras pues no sé qué significó para tí. Recuerdo mi tranquilidad cuando, después de la fallida noche anterior, te llevé a mi habitación, iluminada por decenas de velas y con mi característico olor a canela en el ambiente. Ni siquiera esperé a que me desnudaras pues el deseo provocó que lo hiciese yo para, seguidamente, desnudarte. Besé tu cuerpo hasta la saciedad y no hubo parte de tí que no recorriesen mis húmedos labios. Me abrazaste por la espalda, conocedor de mis debilidades, y me besaste en el cuello a la vez que acariciabas delicadamente mis virginales senos haciéndome extremecer de placer, moldeando con tus manos las curvas de mi cuerpo. No hubo palabras, tan sólo un "es mi primera vez" y tu cara de sorpresa al conocer la noticia. Nuestro deseo mezclado con el alcohol de tu boca, tu cuerpo tumbado en la cama, sediento de placer y yo, encima de tí, con mis dedos entre tu pelo y tu sexo, a punto de estallar penetrando en mi más profunda intimidad. Pero, en fin, de qué ha servido todo aquello, tu visita adúltera a Lisboa y las noches de placer que nos regalamos si ahora piensas que sólo soy una más. ¿Por qué regresaste , Carlos?
Un abrazo
María.
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