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Hoy salimos, es mucho tiempo desde la última vez que reímos así, con tanto gusto.
Quise decirte que me iría, no por mucho tiempo, son apenas tres meses pero no lo entenderías.
No lo planeé, no recuerdo bien cómo pero me encontraba en una oficina dando un examen de inglés para ir a un trabajo de verano a Chicago.

Sí, tienes razón, sé que siempre dije que lo más lejos que llegaría en el norte sería a México, pero, ya ves, me voy el 13 de junio. Puedes confiar en que no me quedaré allá, amo tanto a mi país que no resistiría quedarme lejos de sus abortos y sus alumbramientos.

El vacío en mi pancita te contará mis miedos.

No te enojes, no me quedaré, traeré los Snikers que tanto nos gustan.
Dedos crayolas en sábado, piel cartulina a la madrugada, nos dimos a la invención de tonalidades, dibujos que solo podrían estar en nuestra galería, éramos pinturas móviles con acompasadas oscilaciones y encarecidas cantatas.
Tus pies en mi norte, mis pechos, tus rodillas. Solo el gato vio de lejos tanto arte.

Se te fue el enojo, lo sabía, regresaré pronto, te escribiré semanalmente, pero sonríe, que no llueva en las mejillas otra vez. Esa colina debe estar asoleada todo un siempre.
No tengo casa, todo lo guardé en tu abertura, en mi déficit de ti dónde viviré.
A medio vestir la ropa cayó nuevamente, cobijas, alfombras, todo nos quedó corto. Al fin tus apuntes sirvieron para algo más que alejarte de mí, hablamos siete lenguas y andamos siete caminos sin salir del escritorio. Cada hoja me devolvía las caricias que esas noches literatas me negaste.
La tinta de las plumas se escurría, después de todo la de mi lengua es más firme en tu piel que la de ellas en una hoja. El poder de los sudores es capaz de liberar a las letras de su yugo.

Nunca estuvo más besable tu cuerpo que cuando robabas un bocado de yogurt de la refrigeradora y protegiéndote del frío tenías puesta mi pijama que forraba tus gruesas y varoniles formas.
Cómo te amé esas veces. Venías con los labios helados y tibios los muslos. Besabas mi frente y podía dormir.
Al día siguiente escribías con esperma herejías en mi vientre.
Cada encuentro era la primera vez, abriste con cuidado los gagitos, los comiste, te enjugaste la boca y las manos.
Memoricé cada uno de los ruidos: los grillos, las cigarras en la ventana, tus pies que ligeros iban a la cocina tempranito.
Acá, lejos, te recuerdo en cada noche de estrellas que despejabas más todavía en mi cama, en todas las noches nubladas que me abrazabas para que no tuviera frío.

Texto agregado el 22-12-2006, y leído por 96 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-12-2006 Me parece un escrito excelente. Mildemonios
 
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