¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasar? ¡Maldito accidente! Se decía una y otra vez. Mirando la lápida donde descansaba el cuerpo de su ser querido. Las lágrimas que recorrían sus mejillas y los sollozos eran tal que los presentes en el cementerio se condolían de aquella escena.
Joaquín era de Astorga, un pueblo de León conocido por sus deliciosas mantecadas y Ana era natural de Portomarin un pueblo de Lugo conocido por sus aguardientes, Él estudiaba primer año de Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela y ella Biología cuando se conocieron. Al primer año de conocerse habían decidido irse a vivir juntos. Él pretendía ser juez y presentarse a las oposiciones del estado. Madera tenia para ello. Tenia buen trato, don de gente, saber estar, exigente y calculador. Su futuro lo tenía muy claro. Llegaría lo más alto posible. Pisaría a quien tuviera que pisar.
Cuando decidieron ir a vivir juntos, por mutuo acuerdo, ella dejó sus estudios. No podían permitirse el lujo de estar los dos estudiando. Era mejor que uno se sacrificara por el otro. Habían decidido que cuando Joaquín se graduara, y consiguiera trabajo, ella los recomenzaría. Decidieron darse también unos años sin hijos así podrían hacer viajes, estar con los amigos, terminar los estudios de ambos. En fin, dedicarse más tiempo el uno al otro. Eran jóvenes y hasta los treinta y dos o treinta y cinco años, los niños podían esperar.
Ella se regresó a Lugo. Se instalaron en una casa que, los padres de ella, le prestaron. Consiguió trabajo en unos grandes almacenes. Mientras Joaquín se iba toda la semana, de lunes a viernes, a Santiago a estudiar.
Con el sueldo de ella y con lo que Joaquín se ganaba como camarero eventual los fines de semana, cuando iba a Lugo, iban tirando para adelante. Al segundo año de convivencia pudieron comprarse un coche de segunda mano, No era el coche soñado por ellos pero “Ya llegara el momento de tenerlo del paquete “decía Joaquín ya, ya.
¡Pero ese maldito accidente!, echó todo por la borda ¡Ese maldito accidente! “En que mal momento vino” se decía en voz alta dando muestras de pena a todos y todas que estaban cerca.
Valga decir que Ana era una mujer de las que tiene que salirse con la suya ¡Tenia que ser todo como ella quería! No es que los demás no supieran hacer las cosas. Ella pensaba que todos sabían hacerlas pero… ella las quería a su manera y punto. Y la verdad, a veces, no le faltaba razón, cuando decidía algo, siempre o la mayoría de las veces le salía bien.
Cansada de que Joaquín estuviera toda la semana, estudiando, en Santiago y ella, trabajando, en Lugo. Decidió, por cuenta propia, romper el pacto verbal que tenia con Joaquín en el aspecto de esperar a tener los hijos hasta los treinta años. Su cabecita pensó que si lo que habían decidido lo llevaban a cabo, ¿Cuándo viajarían? Si él estaba estudiando, ¿Con que dinero podrían salir? Además, si después tenia que estudiar ella ¿Con que tiempo podrían viajar si después sería ella la que tendría el tiempo ocupado? Todas esas incertidumbres la asaltaban durante los días de la semana en que Joaquín estaba estudiando. Así que sin consultarlo con él dejó de tomar la píldora y se quedó embarazada. Ese le daría compañía y después cuando el niño tuviera cuatro o cinco años. Se mudarían a la ciudad, donde Joaquín consiguiera trabajo. Metería al niño en una guardería y podría continuar con sus estudios.
La situación la tenía clara pero no así Joaquín que no era de esa idea. Las ideas de Joaquín eran otras más agresivas y los hijos no encajaban en sus planes, por el momento. Por eso cuando le pidió que abortara y Ana le contestó que no. Vio en ese hijo un obstáculo cara al futuro. Creyó ver una losa en su camino que le podría impedir la subida al éxito.
Trató infructuosamente de hacerla cambiar de idea. De que viera que el hijo que estaba por venir les iba a frenar su futuro. Que tendría que criar al niño ella sola, pues él estaría lejos para ayudarla y así un largo etc.
Por mucho que lo intentó Joaquín la respuesta siempre fue la misma.
.- ¡Que no, que no y que no Joaquín! ¡Tuve un fallo y los fallos hay que pagarlos! Aparte de todo eso ¿Por qué te molestas si a ti no te va a impedir estudiar? En tal caso seré yo la que luego no continúe mis estudios. -Le contestaba ella.
Dada la batalla verbal por pérdida. Joaquín acudió a la guerrilla. Y no se le ocurrió otra cosa que sabotear los frenos del coche que habían comprado. Como el coche durante toda la semana le quedaba a ella para su desplazamiento a su centro de trabajo y como desde su casa hasta el mismo había una serie de curvas con unos taludes a sus costados. Pensó que si Ana desbarrancaba cabria la suerte de que tuviera un fuerte golpe que hiciera que abortara Seria una forma muy accidental de solucionar su problema. Después haría como si él no supiera nada. Era fácil disimular, él estaría lejos, los frenos tardarían dos días en vaciarse del liquido y después ese desafortunado accidente. Un poco de teatro y a empezar de nuevo
Era lunes y, muy temprano, Ana y Joaquín salieron de su casa rumbo a la estación de autobuses en donde él tomaría uno con dirección a Santiago. La conversación en el coche fue de lo más natural. Ella iba conduciendo ya que así lo dejaría en el estacionamiento y después seguiría rumbo a su trabajo. Se despidieron a la puerta de la estación, se dieron el beso y el “Te llamo tan pronto llegue”
Ana no había llegado aun a su trabajo cuando escuchó por la radio del coche una noticia de que un autobús con destino a Santiago había sido arroyado por un tren, de mercancías, en un paso a nivel sin barreras a la salida de Lugo. En la misma noticia informaban de que solamente se podía lamentar la muerte de una persona natural Astorga, provincia de León.
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