Acepto un hombre de corazón frió, solo si en el resplandor de la noche no se negase a la compañía de la calidez que incita a las almas a rebelar la causa e incentivar el ahora templado espacio que recibe apetitoso todo cuanto entrego,

Acepto el silencio emergido de los labios, solo si del reflejo de tus ojos evocara el consuelo a la existente agonía, si en tu mirada se acogiera el espacio y me mostrara la comunión exacta de los instantes, que violentamente se aliviane el aire y se transforma así en un perfecto todo de desosegarnos en paz.

Acepto una tormentosa caída, solo si de esta me sobrevive el alma y firme los conceptos del amor, que aun cuando la sangre se desborde, placentera se observe la herida como un símbolo incesante de mi verdad absoluta, de mi consecuencia, que en el reencuentro apetitosos se recibieran los pasos que circulan nuevamente por las rutas impregnadas en ilusiones de viajes nuevos.

Acepto la impaciencia que se forma a la espera de tus besos, solo si al besarte las almas desvocadas se embriagaran y junto al pleno ambiente lo propio se desprende y lo nuestro con propiedad se inserte, que el infinito estado de estregarnos nos libererara labios y sentidos, anulando así las privaciones y peros que en la impaciencia por besarte me rodean el tiempo y dudar si al fin yo acepto.