Hace algún tiempo cayó desde abajo a mis manos
Algo así como un anillo,
Espléndido metal adornado por mis dedos
Portentoso por sí mismo
Tenia la dicha y los aplausos de cuanto ser en él fijaba la vista;
Combinaba con todo:
Con ropas añejas, disfraces de engreído, short, algunas parcas lúgubres, hasta con el desnudo sereno.
¡Que felicidad aquel anillo!, forjado en la mirada misma de dios,
y tenia vida y cuento propio,
recuerdo que las mujeres solían elevarse libadamente ante mis ojos hechos chispa
y de mí abusaban
y yo abusaba de el.
Un día, o una noche hecha tal,
Me deje bañar por el alcohol precioso del cuerpo de una bella dama,
OH, como olvidar sus caderas en celo
Y sus ojos pegados a los míos,
(como el demonio mismo cruzándose miradas con un ángel)
Fue un momento memorable
Del cual salían sin esfuerzo alguno,
poema tras poema,
Todos escritos con el ardiente licor de la carne que humea
Y allí estaba mi anillo, en su alcoba descansando del infarto
Buscando esconderse del frío en las palmas de mis dedos,
Lo vi, lo tomé y fuimos a parar a una bañera sórdida pero cálida
Jamás vista por él
Ni por mí
Fue otra inyección letal de placer desenfrenado,
Regalados por los taciturnos labios de aquella meretriz con traje de dama
Y fue letal todo lo que después siguió.
El vapor lo oscureció todo,
Mi anillo fue oxidado de oeste a sur por algo llamado oro,
¡Qué calamidad, oro, oro, oro, sinónimo de qué!
Apresurado me deje llevar por el primer taxi que apareció
Y en una lluvia de esas que se recuerdan
Cogí un cuchillo de seda y me arranqué el dedo;
Y con él saltó furioso el anillo aquel.
He perdido un dedo y me cuesta escribir
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