Parar la lengua
es detenerse justo en la entrada del abismo;
para redescubrir lo justo del destino.
Pisar la lengua es frenar el impulso
ante el dolor sangrante del demonio
y es que en la guerrilla de los pensamientos
la lengua se escapa por sendas que a oscuras nos llaman,
pero es del más sabio saber esconderse a tiempo
en los laberintos del sueño,
y aunque el cuerpo en las noches
no pueda reconciliarse con el alma
que flota por túneles con monstruos expectantes,
el futuro que es cierto como el más seguro augurio
verá caer los frutos del árbol con tanta delicia
que parecerán sonreír, cantar, llorar.
Porque siempre
de la tempestad nació la calma
de la desolación la sonrisa anhelada
y del mar oscuro la luz divina
y esa luz cambia la piel al despertar
cambia los átomos perdidos en el Universo,
cambia el sermón de la montaña
y cambia la mediocridad
de los seres que miran desde abajo
y los hace volar
y ver aterrados las rodillas gastadas de esperar.
porque la verdad taladra las entrañas
golpea desde adentro a la piel calcinada;
recorre lentamente caminos interiores
rasgando la carne en seductoras noches
y los cálculos no habitan en el silencio de un abrazo
y los ojos no escuchan los pasos que acechan
detrás de las puertas.
La verdad trepa por los árboles
buscando los fragmentos desolados
de momentos invisibles
que quedan en el alma gastada de mirar
y la verdad recorre al gigantesco testigo
de las reencarnaciones
que se reparte en débiles hojas
aferradas de terror a las ancianas ramas
la verdad vuela, junto a pájaros ciegos
junto a las rejas que fabrican los hombres
para encerrar a un gato
porque ellos no perdonan a sus ojos eternos
esos ojos ocultos, fuera de todo tiempo.
porque ellos saben que sus miradas son pequeñas
ante tanta sabia experiencia callada
porque ellos saben que nuestros ojos no saben mirar...