Cambio de Sexo

Distinguidos señores y reconocidas eminencias de la medicina moderna. Imagino que mi caso deberá ser tratado en comité y aprobado por la dirección del Hospital antes de siquiera permitirme soñar con la operación de cambio de sexo. Espero mediante esta carta responder la mayor cantidad de las dudas que puedan aparecer durante la próxima sesión, y que finalmente mi caso sea positivamente evaluado por tan sabios cirujanos.

¿Han escuchado detenidamente el rugido de un león? ¿Saben cuántas veces al día tenemos que hacerlo? ¿Saben lo que siente otro león o leona al escuchar un rugido? Me imagino que muy poco conocen acerca de esos temas, ahora les aclararé algunas de esas dudas.

Un rugido es una carta de presentación, es un desafío y una muestra del orgullo de nuestra raza. Es también una invitación a las hembras a la procreación, es algo así como un “te amo” y un “te deseo” que son instintivamente inseparables para nosotros. En lo tiempos en que yo corría libremente por la sabana africana, cada rugido era también un grito al viento, un anuncio de libertad, aunque en ese momento todavía no había aprendido su lenguaje ni a pensar como humano, tan sólo sentía cada rugido como se siente la palabra libertad en nuestras mentes y nuestros corazones.

Quizá si hubieran visto la reacción que mis rugidos causaban en otros animales me entenderían mejor. Definitivamente nunca nos habrían bautizado como los reyes de la selva si no contáramos con tan magno medio de expresión.

¿Qué sentido tiene ahora ese rugido? No anuncio libertad desde mi jaula (no me malentiendan por favor, no tengo quejas acerca del buen trato que se me da en este hermoso zoológico), no necesito llamar a las hembras para decirles cuánto las deseo, no necesito demostrar mi superioridad ante otros animales, los que viven tan enjaulados como yo. Creo que incluso el canto de los gorriones que vuelan libremente sobre mi jaula tiene más sentido que un rugido.

Como sé que no me pueden transformar en un libre gorrión, espero al menos que me despojen de la necesidad de tener que demostrar cosas que ya no soy ni volveré a ser. Les suplico que acepten mi solicitud y me transformen en una leona, una tranquila hembra, de la que ningún visitante del parque esperaría el más mínimo gesto de orgullo.

Jota