No siempre es bueno ir con mucha sed al vaso, amiga mía,
El recuerdo de días suspendidos en los aires de mi bagaje en caída
me tienen con la cabeza perforada;
Te desplazabas por la ciudad provocando estupor en todos;
Movimiento de firmamento impetuoso,
Sonrisa absolutamente natural,
Ni apresurada ni apaciguada.
Recuerdo que solíamos concurrir a lugares impregnados en alcohol,
Y te movías al son de unas cuantas copas,
Bella al punto de aclamar perdón, maldiciendo siempre al nuevo día después de la niebla.
Ocultabas tu feminidad con la sublime rudeza de tu desplante,
Escupiendo cada pájaro que notabas sensible.
Eras reina de la algarabía y de las palabras retorcidas,
Tu voz relampagueaba hasta en los oídos más gallardos,
Disfrutando del sarcasmo, eras amante fiel de la insolencia y la buena burla,
Te convertiste en la amiga soñada;
mujer de síntomas lozanos y de neófito matiz
apareciste iracunda por los bordes de santiago,
Te encontré bebiendo en algún lugar de un charco fúnebre,
ganaste sin esfuerzo alguno cuanta alma pisoteada
y fuiste una perfecta indolente,
he ahí tu gracia
bella – impávida,
el corazón de tus enamorados sufría penas avasalladoras
y causabas siempre sorpresa en las miradas más altas
y te fuiste
y me odiaste
cogiste tu fútil revolver, me asesinaste,
con el orgullo recorriendo febrilmente tu boca me señalaste,
con un hilarante dedo acusador, dando a luz recuerdos funestos me crucificaste
con un par de balas garzas.
A veces te observo, mas lejos que cerca, y contemplo aquellos movimientos cáusticos y difamatorios,
Y veo como cae otro tarado como yo, de rodillas ante aquellos ojos inmóviles e indiferentes |