Hoy, me temo, vuelve a tocar escribir otra estupida reflexión. Si, estupida, pues reflexionar sabiendo previamente que no se llegará a ninguna conclusión solo merece tal calificativo. Al menos, supongo, me calmará un poco: Adormecerá mis sentimientos y mi pensar. Casi, casi, es un suicidio literario y sentimental.
En esas estamos. La habitación está, como no, echa un asco. Acabo de llegar de practicas y no tengo ganas de estudiar, ni nada me urge a ello en este anochecer de frio otoño. Dentro de media hora, empezará House, y podré tirarme tranquilamente sobre el sofa y descansar un poco. Cenar, y luego irme a dormir. Bueno, a en realidad iré a pensar, supongo, aunque dude de lo oportuno de dicha acción en estos momentos.
No quiero desviarme demasiado del tema, pero no puedo guardarme loa frase que ronda mi mente: A veces pensar no conviene, a veces es mejor divagar y dejar que las cosas sucedan. Y ese "cosas" incluye mis propias acciones. Desvarío de nuevo sobre el destino, supongo.
Y en estas andamos, al otro lado del horizonte negro que siempre vislumbraba al mirar hacia mi futuro. Ahora ya todo es pasado. Me pregunto si es que habré tocado fondo. Quizas no sea el fondo mas profundo, pero si un suelo calido y mullido, que me da la seguridad suficiente como para mirar hacia delante, seguro de que hacia abajo ya no hay nada mas.
Sigo sin verme a mi mismo en un futuro, pero ahora ya no me importa demasiado. Ya no me angustia. Me siento inestable, pero me siento vivo. Haciendo un ultimo esfuerzo por dar otro salto, uno de estos saltos con los que estoy acostumbrado a recorrer mi vida, en vez de ir caminando tranquilamente como hace todo el mundo. Yo, en cambio, espero a que el abismo se abra a mi espalda, y solo cuando es absolutamente necesario, doy un salto que me coloca en el borde del siguiente precipicio.
Y si estamos. Sin ganas de pensar, y con cierta pereza hacia mis sentimientos. Y es que las cosas no son tan simples como parecieran. Se que si medito un poco, acabaré enfrentandome de nuevo a la perspectiva de nuestra infima existencia, de nuestras palabras perecederas, de nuestros sentimientos intrascendentes, de nuestra ideas carentes de originalidad. Y la verdad es que hoy no me apetece.
Vaya, incluso su nombre se resiste a entrar ahora en mis escritos ¿No es ironico?. Es curioso, sin duda, como en lugar de ganarla he perdido confianza con ella durante el ultimo mes. Y he ganado dudas, muchas dudas, y unos celos incongruentes que me carcomen por dentro. Y ahora, por si los avatares de la vida no nos hubieran distanciado lo suficiente, las vacaciones de navidad se aparecen como una terrible tormenta dispuesta a separar a este extraño Ulises de su particular Itaca.
Y me pilla en mal momento: escuchando cantos de sirenas. Claro que los marineros son todos unos mentirosos, y las sirenas no se comen a la gente. Y cantan que da gusto, oiga. Así, ese revoltijo de rubia cabellera tomaba hoy mi mano "Ponla así, que quiero darte puñetazos". Y, a veces, un puñetazo puede ser equivalente a un caricia. Y sus palabras comienzan a hacerse innegables por mi propia voluntad... ¿por mis propios sentimientos?
Así andamos, decía. A saltos, o asaltados por todos los flancos. Sin saber ya muy bien, ni quien soy, ni que quiero, ni donde cojones estoy. Aunque esto ultimo tiene facil respuesta: me he metido en esa niebla negra que siempre tapaba mi futuro, y aqui dentro no se ve nada. Pero, que leches, tampoco se está tan mal.
Al menos sigo vivo, y me alegro de cada suspiro y cada miedo que se me escapa.
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