Un fuerte olor a mujer me marca, como a un buey, un buey de ojos grandes, tristes; uno que pasta en silencio en un verde inmenso de soledad.
Tu adiós, el causante de todo, no se dio con un gesto de mano, sino con un beso, con el calorcito continuo, que me dejan las mitades de amores inconexos.
Por qué solamente una vez me permitiste respirar tu aire, por qué solamente una vez, la dicha del instante eterno. Sé que tú no puedes con ese dolor, limpio, claro, que carcome deseos. Con esa vuelta de tuerca que retrocede en su propio eje. Con el Yo que se da incompleto. Pero dime, si no es cierto, que te quemaste por dentro, que algo en tu corazón crujió de viejo al abrirse.
Necesitaré tu cuerpo, como lo necesito hoy. Te extrañaré sin melancolía, como te extraño hoy. Te esperaré en mi lecho ardiente, como te espero hoy. Seré para ti el mañana, que es como el hoy.
Hoy que me dueles de ausencia.
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