Siempre me hablaba en ruso pero nunca me importó. Lo fundamental realmente es que siempre tenía algo que decir.
Aunque a aquella vieja Loca borracha no se le entendía nada, la musicalidad y el convincente golpe de cada palabra producía un constante balanceo de mi cabeza, afirmando todo lo que me hacia sentir.
La robustez de una, aunque ajena, sabiduría.
Sobre todo aprendí a escuchar porque a conversarle nunca.
Estuve escuchando horas y días a cambio de medios vasos de Gin con soda.
Texto agregado el 19-12-2006, y leído por 265
visitantes. (10 votos)