Apagué el móvil, pensando aún en la cara que habría puesto. Menos mal que todo había salido bien, le había dado una alegría. Ahora quedaban cuatro horas muertas, aquí, en esta estación, pero mejor ésto que el calor sofocante de la calle. Había poca gente, normal, era una ciudad pequeña. Hice un recorrido visual, sólo había otra persona sentada, le miré, me miró. Soy una mujer madura, quede constancia, pero aquello fué fulminante. Nuestras miradas chocaron sin distancia. Brutal. Incontrolable. Me temblaron las rodillas cuando le ví levantarse. Se acercaba. No podía apartar la mirada. Infantil, lo reconozco. Allí estaba yo viendo como se sentaba a mi lado.
Salí de dudas. No era un jugador de baloncesto de la NBA. Chapurreamos en inglés y francés. Reimos. Nos miramos.Era algo magnético. Él se iría media hora antes. Nos miramos. Yo tan blanca. Él tan negro. De pronto hizo la propuesta. Acompañarlo a Alemania. Así. A lo loco. Mi risa nerviosa contestó sola. Otra propuesta. Quedarse conmigo. El silencio nos acompañó hasta la hora de partir. Insistió. Cualquier oferta...Le ví alejarse con ganas de correr tras él. Me quedaba media hora. Otra vez sola.
Pasé noches enteras pensando en aquel momento. ¿Habría sido real?. Sí. Lo fue. Estaba viendo las noticias. Habían pasado cuatro meses..."...trata de blancas....red internacional...mujeres engañadas...explotadas..." No pude dejar de mirar. Allí estaba. Él. Él. Subí el volumen del televisor. Él. Él.