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Pues como han podido leer anteriormente, mi niñez pertenece al comienzo de los setenta, la de los Geyperman, los juegos reunidos, Caponata, la Cometa Blanca (snif), los Cropán, Mazinger Z, Comando G de la cual aún me acuerdo de la música y letra, los carricoches hechos con un tablón y dos cojinetes, de la televisión en blanco y negro, luego a color, del UN, DOS, TRES, de los chicles de bola. Sobre estos últimos tengo una anécdota, eran aquellos unos chicles que hoy día no pasarían el control de calidad, porque eran de un tamaño desorbitado para los tristes dientes de leche de un crío como el que ya de mayor escribe este relato. Como decía, era tan grande que si hiciera el símbolo de “OK” con los dedos no me cabria uno entre el pulgar y el índice.
Bien, andaba yo con mi madre al rente de sus piernas cuando va y se me antoja uno de aquellos chicles.
-Maaa cómprame un chicli, ma cómprame un chicli, un chicle anda maaaa.
-¡yas jodioo niño coño! ahora quiere un chicle. Toma cinco pesetas y ven volando.
He de decir que estábamos en La Alameda de Colón, donde paraban todas las guaguas (autobuses para los peninsulares y peninsularas) y había en medio un pequeño kiosco, más destartalado que tieso, allí se encontraba el objeto de mis deseos infantiles
-Hola, me da un chicli di bola
-Toma, son cinco pesetas (qué tiempos aquellos….)
Esos chicles redondos y de colores; te podía tocar verde, rojo, azul, rosa…. Pero todos sabían igual y si te demorabas mucho con uno de ellos en la mano, te ponías perdido con el colorante que te manchaba todo. Me lo metí entero en la boca, sin partirlo. Entró hasta el fondo, mi glotonería siempre me ha perdido y en esta ocasión casi me mata. El muy ladino se me fue hasta la campanilla y allí se me quedó. Debí poner unos ojos como platos y eché a correr como un pollo descabezado hacia mi madre que al verme llegar entre morado y azul se debió imaginar el potaje.
-¡¡¡¡Maldito chiquillo coño, escupe el chicle!!!
-Jjjjjjjjj, JJJJjjjjjjjjjj, JJJJJJjjjjjjjjj (nopuedonopuedonopuedonopuedonopuedo era mi pensamiento)
Y acompañaba mi madre tan bello grito, con unos mamporros de agárrate y no te menees que me soltaba en todo el lomo. ¡CATACRIAAAÁN! Leñazo va ¡CATACRIAAAÁN! Leñazo viene.
Ante lo feo del asunto ella opta por la salomónica decisión de engarfiarme por los pies y ponerme boca abajo colgando como unos tollos secándose al sol. A lo que además había que sumarle unos meneos arriba y abajo que…. En fin, imagínense la escena: niño azul, boca abajo, meneo, meneo, meneo, SACUDIDA, SACUDIDA, la parada de guaguas llena de gente, las guaguas que pasaban llenas de gente (carajo), las que paraban llenas de gente (RECARAJO), la Alameda llena de gente y yo allí boca abajo. Los árboles tenían las copas en el suelo, las cholas azules de mi madres las veía subir y bajar, mis brazos ya no me obedecían y me daba unos golpetazos en las muñecas contra el suelo tremendos. Y el chicle………que no me abandonaba, le debió gustar mi campanilla y querría afinarla o algo porque yo no lo entiendo…….
¡POP! Bueno, no hizo esa onomatopeya, pero ayuda. La dichosa esfera salta de mi boca y describiendo una parábola (que diría D. Juan mi profesor de física) cae al suelo. Ni siquiera estaba mordida.
-¡¡¡¡¡¡AAyyy niño del demonio, descendientedediezmilgusanoscriadospormonos!!!!!!!
Y me suelta………..¡CATACRIAAAÁN! por si éramos pocos…… el revuelo era ya general, yo creo que habían palcos, anfiteatros altos, bajos y hasta gallinero observándonos. Mi madre mareada como un baifo y yo sustituía mi color morado por el de rojo vergüenza, ¿saben cual es? Si, ese que se te pone cuando te caes en la calle y casi ni rozas el suelo, rebotas y automáticamente te pones en pie pensando:
-JOEERRRRRRRRRR ¿esto me pasó a mi? Jooooeeeerrrr.
-Tranquila señora tómese este vasito de agüita con azúcar que le espabilará- salta uno de por allí.
Para acabar el sainete, decir que mi madre tardó mucho en volver a darme cinco pesetas y para cuando cedió, siempre me decía:
-No se te ocurra comprar un chicle de bola.
-No maaa.
Pero claro los amiguetes, ya se saben, son una mala influencia.

Texto agregado el 18-12-2006, y leído por 807 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
14-02-2008 Es divertido y cercano éste relato de infancia.Me he reído mucho imaginando a tu madre zarandeándote para que sacaras el puñetero chicle, jajaja.A mi la mía me hizo algo parecido por perder un zapato, la única diferencia, jajajaja, es que estábamos a la orilla del río y ella me metía la cabeza en él cada vez que me sacudía, jajaja, qué tiempos. naju
06-06-2007 Jajajajajaja!!!!!!! Insuperable. Lo narras de una manera, que dan ganas de oírlo en vivo. Sería para morirse de la risa. Mis 5*s anyglo
01-05-2007 jajaja muy bueno. naiviv
30-04-2007 Muy buen estilo con un poco de magia en la narrativa que hace mas interesante el cuento! ¡Saludos! compa
28-04-2007 Madre mia, me has hecho reir, contado con todo lujo de detalles muy divertido. 5* astigitana
03-04-2007 jajajajajajaja es demasiado joder!! jajajajajajaja, yo también comía chicles de bolas... eran duros y grandes... y me costaba partirlos y me los echaba sin más a la boca... pero nunca me ahogué con uno... jajajaja, buen relato, me encantan esas experiencias infantiles... aajajajaja y sí, los amigos... son mala influencia en nuestros vicios jeje. Loca.- quis_me_amabit
07-03-2007 Que sofoco, pobre niño azul, pobre madre blanca de pánico. Recuedo esos chicles, no se podia hablar con ellos ocupaban toda la boca y los globos que se hacian a poco listo que fueras te llenaban hasta las pestañas. +++++saludos antoniana
17-02-2007 Divertida historia, sobre todo porque sabíamos que el desenlace final no iba a ser catastrofico (Sino no podrías estar contándolo) Bien narrado y con divertidas pinceladas que hacen que el relato se haga corto. Mis felicitaciones. Un saludo de SOL-O-LUNA
25-12-2006 muy bueno, aunque no se como te quedaron ganas de mas chicles***** eslavida
21-12-2006 ¡Vaya! Estás que te sales contando tus andanzas. Y además con arreglos sonoros insuperables. La verdad es que viene que ni al pelo de bien, un cuentero con esa frescura tan esencial en los tiempos que corren. Si eres de los setenta, eres un chaval y aún no puedes fardar de batallitas, reservadas para cuando llegues a la segunda lactancia. Un cordial saludo. leante
20-12-2006 Este me ha gustado muchísimo, me has hecho reir con gana y es que no sólo el escenario me es familiar sino que voy más allá y puedo "visualizar" la escena con total nitidez (y no soy tu madre eh? :-) ) Muy bueno Jose, pienso que es una buena narrativa porque es fluida y sencilla, se lee muy rápida y es tremendamente amena y familiar. Gracias por compartirlo, ahí te van mis carcajadas ¡Qué diga! mis estrellas. ***** Claraluz
19-12-2006 muy buena****** lagunita
18-12-2006 Agradable lectura. Saludos. achachila
 
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