4. Fahrid Gamayel
- ¡Patricia, querida! Pasa, pasa. –el ágil cuerpo moreno de Fahrid Gamayel se movió con la elegancia y seducción de una pantera negra para levantarse del mullido conjunto de cojines donde se encontraba tendido, en cuanto el suave perfume de Patricia Kapeling anunció su llegada. Patricia le ofreció su mejilla y Fahrid dejó en ella un beso que se prolongó lo suficiente para enrojecerla.
- ¿Qué ocurre, Patricia? Hoy no es día de sesión. ¿Por qué has venido, y a esta hora de la noche?
La señora Kapeling se sentía mareada, como cada vez que estaba cerca del aroma que se desprendía del cuerpo de Gamayel. Buscó un sillón con la mirada, y se sintió algo aliviada cuando lo encontró a un buen par de metros de donde estaba Fahrid.
- Mortimer va a firmar el contrato, Fahrid.
El hombre se volvió hacia el lujoso bar en madera de ébano y rebordes de marfil. Extrajo dos copas y sirvió en ellas un líquido traslúcido, de color miel. – Es mayhemila, te hará bien –le dijo a Patricia mientras le acercaba una de las copas. La muchacha bebió la mitad en el primer sorbo, antes de continuar.
- ¿Qué voy a hacer? Tengo miedo, Fahrid.
- Basilio jugó bien sus cartas, Patricia. No creo que nos quede más que hacer.
- Pero Mortimer quiere que yo también firme.
El rostro de Gamayel se torno ceniciento y sus ojos verdes relampaguearon. – ¡No puede, no tiene derecho a obligarte!
- No me obliga, Fahrid. En realidad eres tú quien lo hace. He accedido a firmar sólo si antes Mortimer escucha lo que tienes que decirle.
- ¿Kapeling me recibirá? ¿Estás segura? – El hombre al que todos comenzaban a llamar “el Beduino Sin Desierto”, cogió a Patricia por los hombros, levantándola suave pero firmemente del sillón donde se había refugiado, hasta tenerla a centímetros de su pecho. La muchacha alzó la vista para entrar en contacto con los ojos de Gamayel – Estoy segura, Fahrid. Una mujer sabe exactamente lo que puede conseguir de un hombre que le ama como Mortimer lo hace.
El hombre sintió tensarse los músculos en los antebrazos de Patricia. Lentamente, la liberó. – Es cierto. Mortimer es un hombre afortunado al tenerte. ¿Cómo fue que te enamoraste de él?
Patricia giró sobre sus talones para que Fahrid no viera su rostro, que había vuelto a enrojecer, y se dirigió a la salida. – Mañana, te ha invitado a cenar.
- ¿Cómo fue que te enamoraste de un hombre que te lleva 20 años de diferencia, Patricia? –Fahrid insistió antes de que la muchacha cruzara el umbral.
Patricia apoyó una de sus manos en el dintel de la puerta, giró su rostro y clavó sus ojos azules en los de Gamayel. Antes de desaparecer definitivamente, dejó en aire su respuesta:
- Él no tiene miedo, Fahrid.
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