I
La Llegada a Gamela
Caminaba junto a dos amigos en dirección al plan de Valparaíso. Ya no era el mismo de antes, el patrimonio era sólo desastre, destrucción y biomecas gobernando las calles.
Avanzábamos por Colón y nos encontramos a más gente que iba en la misma línea que nosotros. Íbamos todos al “Destino” más cercano, frente a lo que fue una vez la iglesia de San Juan Bosco. Los Destinos son transportadores mentales que te dirigen hacia el punto más cercano a la palabra que pienses una vez que entras. La palabra inducida ese día era Gamela. Nadie conocía qué diablos era Gamela, pero las biomecas no decían nada tampoco. Y si te resignabas a no decir la palabra que ellas te imponían, te golpeaban hasta la muerte.
Como pueden ver Valparaíso se había vuelto un holocausto ante la adversidad del dominio de seres humanos que se vendieron ante una empresa que “regalaba” prótesis con memoria integrada de titanio y aluminio. Éstas se apoderaban de sus dueños y los transformaban en pequeños imbéciles controlados por una computadora que tampoco se sabía dónde estaba.
Unos militares nos ayudaban con las cosas, yo conocía a algunos de ellos, eran los únicos (y vaya contradicción) en quienes confiar a la hora de atacar a algunas de las maquinas. Un saludo de parada y me pasaron un papel. Era mi turno para entrar en el Destino. Cerré los ojos para preparar la vista ante lo que me encontraría después de decir Gamela.
Una de las sensaciones más perturbantes es viajar por Destino. Sientes que tu piel arde y que tus ojos y estómago van a explotar y justo cuando ya no puedes más todo se relaja y al abrir los ojos ya estás en el lugar que pensaste.
Diablos, me dije a mí mismo. Era un tipo de cráter lleno de gente que se alimentaba e iba en filas hacia un tipo de evento. Eran los tipos de la Filarmónica de Santiago. Tocaban extractos de la 9ª Sinfonía y otras como el Canon. Lo genial era no ver biomecas en ningún lugar, pero a su vez veía a unos tipos vestidos con trajes negros moviendo unas varas, me desagradaron de impresión. Uno de ellos me tocó la espalda y me dijo que me movilizara, pero no sin antes identificarme. Le dije mi sigla y mi número. Nunca pensé que después de 7 años uno iba a tener siglas y números de nombre. A pesar de ello, con Camilo, Pablo y los demás seguíamos utilizando los nombres. Perdías tu nombre y perdías tu vida. H111, hice una reverencia y el tipo me dijo que mi sección era la 16L. De verdad no entendía nada. Sólo me digné a seguir a la gente y preguntar, en eso vi a Pablo y le grité, estaba algo apenado por la situación en la que nos encontrábamos, a pesar de ello caminamos a los comedores.
A la gente se le otorgaba comida mientras pertenecieras a una familia o GC (grupo configurado). Yo hasta ese momento no tenía familia, en el holocausto todos fueron asesinados y gracias a los militares me salvé yo. Ahora llevo la H no por que me decían Harry o por Horacio, sino porque quedé huérfano. La gente de mi tipo ya no existía. Era el único. Yo debía comprar mis alimentos, cosa que no me complicaba ya que tenía dinero seguro hasta el día de mi muerte. Me dirigí hasta los puestos de venta de comida y pedí lo que quería. Me senté a comer y disfruté de algunas historias que me contó Pablo. Fue entonces cuando le pregunté donde quedaba mi sector y me dijo que al lado del suyo, así que nos fuéramos juntos y el me indicaba mejor por el camino.
Recordé el papel que me dio Fernando. Lo abrí y me decía que en Gamela yo era dueño de una motocicleta. El mismo papel venía con una foto y un plano de ella, él la había confeccionado; negra como la noche y como yo en esos momentos, recordé esos momentos cuando más joven tenía juegos donde salían de esas motos y me preguntaba si se había basado en esos detalles. Le mostré la foto a Pablo y le dio gusto saber que Fernando estaba bien. No lo veía desde hace 2 años antes del holocausto.
Pablo hasta ese entonces se había transformado de filósofo a profeta. Fue el único ser en la Tierra que unió pensamiento, acción y predicción en una sola cosa. Con 98% de eficiencia sus predicciones eran las mejores. Eimy mataría por tenerlo en sus líneas, por gozar de sus predicciones ante su gobierno de biomecas. Pero como ahora todo el mundo era una taza llena de libre albedrío y cada una de las personas vivía como quisiera, él no eligió sumarse a las prótesis, pero quién iba a pensar que sería las maquinas quienes eliminaran esa libertad que con gusto ganamos después de la 3ª Guerra.
Eimy, otro nombre que será por siempre odiado, recordado y plasmado en un día 23 de diciembre. Eimy es una empresa que compró las prótesis acá en esta región de Sudamérica y las implantó en concordancia con la nueva tecnología médica de ese tiempo. Pablo sabía que gracias a Eimy estaba comiendo y yo también, sabíamos que todo lo que se organizaba masivamente era dependiente de Eimy. Eimy en todas partes, propaganda, vestuario, comida, aparatos de televisión, radio, computadoras… todo. Sólo nos quedaba el mar, el aire y nuestro metro cuadrado.
Llegó la hora de irse a descansar después de la comida y caminamos como zombis hasta llegar a unas cabañas, busqué el sector 16L y me ubiqué donde vi H111. Mañana buscaría mi motocicleta… si es que despertaba.
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