No puedo dejar de aceptarlo, no debo. Son estas ganas de morderte, las que me dicen que te extraño, es este cuerpo mío que te extraña, el que no me miente en lo absoluto, quien me permite saber sin dilaciones que me faltas hoy como ayer y seguramente mañana. Mi boca seca me recuerda las tardes alocadas donde nos faltó saliva para seguir besándonos.
Mis uñas cortas requieren tu espalda y tus piernas, mi cuerpo no me miente, te necesito. Me faltas en las noches en que platico de insomnios, cuando la cama es grande y me siento pequeño, solitario. Te extraño los domingos por la mañana, y por la tarde, y aún después si no vienes por la noche, porque tarde me doy cuenta de que otro día se me ha escapado, como vos.
Mis ojos no me engañan, requieren verte y duelen mientras tanto. Mis ansias no encuentran reposo inactivas, se mantienen a la espera de un contacto, de un roce que de paso al amor, ese que hacíamos cuando llegabas tarde a casa, cansada y alegre sin embargo, y mis manos te recibían como mis brazos ahora vacíos, abiertas para posarse sobre tu cuerpo que no mentía cuando decía me necesitabas tambien.
Mi cuerpo no te miente, te extraño un poco. Por eso escribo, para mantenerme algo ocupado si es que un día vuelves, y te recuerden estos dedos que ya no pueden alcanzarte, porque nos conocen mejor que nosotros mismos, ciegos que se introducen en nosotros, en tu piel y en la mía, que no deja de reclamarme el haberte dejado marchar sin despedirnos. |