Me pensé, y nos pensé a lo lejos de vos, recordé esas letras dolorosas que entraban por mis ojos y empujaban el llanto... Y me puse a desdibujarte, a olvidar tu negativa, a pensar que no me significabas ya tanto como ahora, inevitablemente tengo que aceptarlo, porque como casi siempre pasa, uno se queda con las ganas de muchas cosas.

Y caminé, volví a pensar, todo en pasado, porque no lo hago más... por eso escribo ahora, ha quedado detrás mío, el tiempo del decoro y la congoja, del sufrimiento no correspondido y la demora, esa de la búsqueda inalcanzable, inacabada, inconclusa, interior de mí hacia vos, que estas afuera, y ahora tan lejos que no alcanzas a leer todo esto, y tal vez mejor.

Venían oleadas de dolores y cefaleas, de temblores en el cuello y visiones de tu rostro congestionado, y del llanto que probé de tus labios como si fueran los míos, de tu cabello, trozos flotantes de sabores ácidos emocionantes y emocionados cuando sudabas a mi ritmo.

Complacencias involuntarias del deseo escondido, que nunca sale mas cuando estás ausente, y te grito entonces mil cosas despotricando blasfemias, y cierro los ojos y comienzo a maldecirte, porque no me das tiempo ni ocasión de amarte, porque tu vida lleva otro rumbo que no me corresponde, y no puedo hacer otra cosa que dejarte marchar.

Desdibujé tus ojos, tu boca, y esas mentiras que salían de ambos, o mejor dicho de los tres. Me limité a seguir jugando con el cabello tuyo que encontré en la cama, un solitario trozo de recuerdo que un día dejaste por olvido bajo la almohada, y cuidé de no comerlo, por más ganas que tenía, porque entonces no habría podido deshacerme de ti tan dolorosamente como hago ahora.

Soñé con vos, y al despertar mis ojos empañados dijeron que no era un buen sueño, por más que no recordara ni un soplo de aquel furtivo encuentro, supe que eras vos, sentí tu aroma. Te vi, pero hube de partir dejándote marchar, y mi mano caminaba sola dentro de un bolsillo que guardaba un pequeño regalo para vos, pero le hice un orificio, y todo cuanto contenía, cual si fuese mi corazón, se fue vaciando en el camino solitario de regreso.

La gente miraba como siempre, metiche involucrada morbosa, el frío de mi cuerpo salía por la nariz, y el calor me quemaba los ojos, era algo que mataba y hacía seguir caminando sin reparo en los extraños que se atravesaran, y los odié a todos en tu lugar, malditos seres repugnantes que a mi paso brotaban del piso ensangrentado por mi sombra.

Me alejé y justo cuando pensaba volver la vista atrás y rogarte me dieras una oportunidad, mi autoestima me dio una bofetada y desperté con llanto en los ojos, el rostro ardiente de oprobio. Si pepito grillo nos visitara más a menudo en sueños, seguramente haríamos menos seguido el ridículo ante situaciones insalvables, catastróficas decisiones que nunca debieron ser tomadas, y seguramente también, tendríamos muchos menos rostros y amores por desdibujar.

P.D. Desdibujar: "Es algo así como desborrrar, pero al contrario". ;P