Valparaíso, ciudad enclavada en un sinfín de cerros y plazas, recorrido de extremo a extremo entre calles y callejuelas, serpenteantes como el agua que avanza entre las rocas nativas de una enmarañada selva, mullida de colores, formas y siluetas.

Puerto principal, de innumerables historias y aventuras, participando desde tiempos inmemoriales de la historia de Chile y de su gente.

Se puede ver en Valparaíso una serie de cerros cual más o cual menos sobresaliente el uno del otro, tanto por silueta topográfica como por su diversidad de gentes y personalidades, abracando desde la gente más humilde instalada en lo alto de sus cerros, hasta la gente más sobresaliente y destacada, entre las cuales se pueden distinguir poetas, escritores, dibujantes, políticos y hasta futbolistas…

Destacada ha sido la participación de la ciudad en el proceso histórico chileno, abarcando hechos tan impresionantes que van desde bombardeos, asesinatos, motines, alzamientos militares fusilamientos, guerras civiles y fundaciones de nuevas instituciones gubernamentales.

Sin embargo, hay una característica destacable de nombrar, a saber, la gente de Valparaíso, o mejor dicho “del porteño”.

Su gente es más bien humilde, pues Valparaíso no posee una diversificación social tan marcada y disyuntiva como lo es Santiago o Antofagasta o Puerto Varas.

El grueso de su población se ubica en los cerros, o mejor dicho entre los cerros, de los cuales es muy sabido su gran cantidad y nombres, y por esto se puede afirmar, tal vez con gran acierto, sobre la característica que dice relación con la homogeneidad de la gente apuntando más que nada a la poca o casi nula diferenciación social de clases en el puerto.

La gente, a pesar de ser en muchos casos de rasgos humildes y muy humanitaria, posee características que la hacen muy particular dentro del país, llegando a constituir una suerte de “personalidad” reconocible dentro del territorio.

Se debe tener en cuenta que la formación y el forjamiento del “porteño” no es casual.

La vida entre cerros; la cercanía al mar y sus riquezas; el clima a veces hostil, a veces maravilloso; la vida nocturna y bohemia; las plazas, los edificios antiguos y los monumentos; los “troles” y sus entrelazados cables; los ascensores y sus multicolores cubiertas; los buques de guerra y la fortuita pero siempre esperada visita de la “Esmeralda”; las goletas, barcazas, lanchas, remolques y botes; su singular arquitectura , que va desde las “calaminas” a los “malecones”. Todo esto y un sin fin más de características distintivas y muy arraigadas en el “primer puerto de Chile” han hecho que Valparaíso sea sin duda una ciudad merecedora del título de Patrimonio de la Humanidad.

De todo lo anterior aquí expuesto, se puede desprender que la vida en Valparaíso, su gente y sus costumbres son hechos destacables dentro de la vida social e histórica de nuestro país.

Debemos tener en nuestra retina posteriormente que tanto la “ciudad-puerto” como el “porteño” son dos nominaciones casi distantes y a veces inconexas, pero que sin duda sólo se funden en un solo sustantivo que todo Chile conoce: Valparaíso.