Cuando me vine de Canelones lo hice en ómnibus. Me podía haber quedado a vivir allá, pero me embolaba venirme en ómnibus todos los días. Todo bien con tener playa cerca pero no me interesa cuando no es verano. Me mudé con mi primo Francisco a un hostel que albergaba a varia gente del interior. Teniamos un cuarto con dos camas y nuestras cosas. El resto era compartido. El alquiler lo pagábamos a medias, él con su trabajo en un ciber y yo con la plata que me pasaban mis padres. Hará dos semanas nos mudamos a un apartamento en Cordón. Es en un edificio de esos de un piso solo, es chico y de tres ambientes, pero por lo menos tenemos un cuarto para cada uno. A Francisco no lo veo nunca, está siempre en el trabajo, ahora lo ascendieron pila, es casi colega más que empleado. Lo cual está bien, supongo, porque puedo hacer cosas en el apartamento que antes no podía. Como por ejemplo pasearme en bolas. Abrir la heladera en bolas, almorzar en bolas, bañarme en bolas. Estoy faltando mucho a clase por culpa de esto también. Sí, soy horrible.
Un día, mientras decido ponerme aventurero y salir a buscar las cuentas en bolas, me cruzo en el pasillo con la casera. Sí, aterrorizada. Como no sé cual sería la opción correcta (volver o seguir) me quedo parado ahí, en el medio, mientras me tapo las bolas. Ella me mira de arriba abajo, en signo de desaprobación y se vuelve a meter en su apartamento. Deja la puerta medio abierta y me dice "avisame cuando pueda salir". Sigo sin moverme. ¿Agarro las cuentas? Porque si sigo con mi primer plan, ella va a pensar que esto lo hago siempre, y ahora que está con la puerta entreabierta y eso, siento como que va a aprovechar para mirarme. De todas maneras la pata ya la metí, así que si por lo menos no hago eso, lo minimo que puede hacer ella es echarme de su edificio.
Es así que me movilizo hasta los buzones al lado de la puerta de calle, tratando de mover bien las caderas y de caminar bien derecho. Leo un rato las facturas, me rasco la panza, bostezo. Trato de desplegar mi físico desde todos los ángulos para estar seguro de que no queda nada y finalmente vuelvo a mi apartamento, haciendo un camino medio en diagonal para quedar de frente a la puerta entreabierta. Me paro en frente y golpeo.
"Ya está, ya puede salir doña," digo medio alto. La puerta se entreabre un poco más y noto que no está detrás de la puerta.
"¡Dejá nomás no te preocupes que estoy en el baño!" se escucha la voz de la casera, "¡cerrá bien la puerta que nunca tranca!"
Qué horror. Hice un teatro al pedo. Me voy a mi apartamento y lo primero que hago al entrar es ponerme ropa interior. |