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Amira desciende apresurada por la soberbia escalinata de arquitectura vanguardista. A sus treinta y tantos años, no reconocidos, ni en las prisas deja de verse hermosa. Luce una creación de la casa francesa Coco Chanel; vestido de noche especialmente diseñado para resaltar un diminuto talle en cuerpo espigado, resultado de muchas y tediosas jornadas de aeróbicos, caminadora, bicicleta fija... además de una alimentación escrupulosamente seleccionada, siempre light; corte recto hasta los tobillos, beige en tono pastel, profundos escotes y salpicado de fina pedrería que produce delicados destellos cuando le toca la luz. Camina mientras va cerrando el broche de unos pendientes de oro puro, cada uno con tres gemas incrustadas: diamante, rubí y esmeralda, combinación que representa el poder económico. Va rezongando para sí, su inconformidad deriva de que el Dior hubiera sido más propio para esta noche, aunque en realidad, si se hubiera inclinado por el Dior, estaría repelando a favor del Chanel.
En el amplio y luminoso vestíbulo de la residencia estilo Tremaine, decorado en colores vivos y contrastantes, trabaja un mundo de gente. Doña Ross, mujer en plena madurez, con casi 20 años de servir como ama de llaves y un oculto "no sé qué" de atractivo, sabe coordinar las tareas de todos para que nada salga mal y todo esté en su momento.
Doña Ross observa que Amira se acerca y sabe que deberá tranquilizarla con un buen reporte, de manera que acude a presentarse a sus órdenes.
--Doña Ross, doña Ross... No lo puedo creer, todo está tan atrasado.
--A sus órdenes señora.
--¿Qué es lo que sucede aquí? doña Ross, los invitados están por llegar y nada está listo.
--No se preocupe señora, faltan dos horas para que comiencen a llegar los invitados, antes de esa hora todo estará dispuesto.
--Pues espero que así sea, porque su empleo está de por medio... ¡válgame Dios! tengo que estar en todo.
--Así será, señora, descuide.
--¿Y la cocina? ¿cómo va todo en la cocina?
--En la cocina todo está a tiempo señora.
Luego de husmear por todos los rincones del vestíbulo, Amira se encamina hacia el área de cocina, pero en sus prisas tropieza con una mesa de gruesa cubierta de mármol rosado y patas de bronce que nunca había estado en ese lugar, justo en medio del amplio salón.
--¡Pero qué es esto! ¿acaso me quieren matar? doña Ross, doña Ross ¿quién ha puesto esto aquí?
--Es la mesa que usará el señor juez durante la ceremonia, señora.
--¡Ah sí! el juez, casi lo olvido... ¡es que tengo que estar en todo, en todo... en nadie puedo confiar!


Cuatro cocineras bajo los órdenes de Adam, chef escocés que se enorgullece porque sus antepasados sirvieron en la corte de los Estuardo, se afanan en preparar la suculenta cena que han de servir a los invitados. Amira, siempre seguida por doña Ross, ingresa estrepitosamente a la moderna cocina, una extensión que bien podría dar cabida a dos viviendas completas de cualquier multifamiliar.
Adam va a su encuentro...
--Pero qué gran honor, señora, que venga a visitar mis dominios.
Prácticamente ignorando el saludo-reproche, porque Adam ha puesto especial énfasis al pronunciar "mis dominios", Amira repela una vez más:
--Qué veo... ¿aún no está lista la cena? Adam, Adam... qué voy a hacer con mis invitados. Doña Ross, doña Ross, usted me acaba de afirmar que todo marchaba bien en la cocina, y nada está listo todavía ¿qué tiene que decir? ¿acaso quiere acabar con mi paciencia?
--Todo está a tiempo, señora, las codornices están rellenas y marinadas al oporto, a última hora deben entrar al horno, estarán listas, la pasta con vegetales frescos reposa en la fuente y la crema roquefort está por alcanzar su punto a fuego lento... Los postres, listos para servir.
Interviene Adam
--En la familia de la que soy descendiente, nunca se hizo esperar a un comensal para servir la cena, señora, y no seré yo quien rompa esa tradición, pierda cuidado, que aquí todo marcha bien.
--¿Y los vinos, y la champaña? --replica Amira.
Responde Adam.
--La champaña está tan fría como debe ser, en cuanto a los vinos, descorchados, para que respiren lo suficiente antes de servir.
--Pues haz algo bueno Adam y sírveme champaña, que la necesito... ¡Con tanto trabajo, creo que no voy a terminar!


En el área de la alberca, enorme extensión ajardinada, se instalan 18 mesas, cada una para seis comensales, Amira sigue repelando. Insiste en que nada estará listo para cuando comiencen a llegar sus invitados, porque los festones dorados debieran ser azules o las copas de cristal entintado. Doña Ross sigue un paso atrás para dar las explicaciones necesarias. Adam se acerca para ofrecer la copa de champaña solicitada mientras sostiene la botella en la otra mano, por si la señora quisiera repetir.


Al término de su inspección, Amira ha vuelto a la planta alta de la residencia, en donde se encuentra con John para desahogar sus preocupaciones.
--Es que no puedo más. Tanto que he trabajado para que esta fiesta resulte la mejor del año y todo va mal... doña Ross, esa mujer es cada día más inútil, debes hacer algo con ella.
--Tienes que calmarte, cariño, estás un poco tensa y necesitas mantenerte muy relajada en esta noche tan importante para nosotros. Sólo en eso debes pensar, recuerda que hoy iniciamos una nueva vida...
--Trato, amor, trato, pero esta servidumbre cada día es más inútil, comenzando por doña Ross... insisto, tienes que hacer algo.
--Si ello te ayuda para estar más tranquila, entonces dalo por hecho, haré algo... incluso, te diré que ya lo había pensado, verás que esto va a cambiar. Pero, noto que has bebido...
--Un par de copas de champaña, bueno, tal vez tres, no lo sé, tampoco las voy a estar contando.
-- Y... ¿de lo otro?
--Nada, nada, aunque buena falta me hace con tantas contrariedades.
--Recuerda que prometiste mantenerte alejada de eso, por lo menos hasta después de la ceremonia.


Un desfile de Mercedes, BMW's, Jaguares y Maseratis ha llegado a la residencia.
Mientras un quinteto de jazz toca suaves melodías en las que destaca el cálido sonido del saxofón, los invitados son recibidos por el personal de servicio en el bar apenas hacen su arribo. La luz de las antorchas ilumina con un sabor romántico y un sinfín de veladoras flotan sobre cristalinas aguas de la gran alberca.
Se perciben en el ambiente los mejores aromas creados por Yves Saint Laurent, Givenchy, Chanel o Guy Laroche... todo marcha a la perfección.
En un momento dado, los invitados son llamados al vestíbulo, en donde ya se encuentra el juez ante la mesa dispuesta con grueso libro de actas. Frente a él, John y Amira se ven radiantes, ansiosos por comenzar la ceremonia.
Cuando todos han hecho silencio, inicia el juez:
--Nos hemos reunido aquí para atestiguar la disolución del vínculo matrimonial de los señores John Santini y Amira Burger, solicitada por mutuo consentimiento...
Al término del ritual, los ahora ex esposos se abrazan emocionados por su nuevo estado civil. Amira comenta abiertamente con su ex marido.
--Ahora sí, mi amor, nadie tendrá que reprochar mis "deslices amorosos" como siempre llamaste a mis encuentros con mis amigos cariñosos. ¿Y tú, qué planes tienes?
--Bueno, yo me embarco mañana en un crucero por el Caribe, digamos que de Luna de Miel con la mujer que me hará "sentar cabeza".
--Y ¿se puede saber quién es la afortunada?
John se desprende de su exesposa y camina hacia el otro lado del salón. De entre los cortinajes sale doña Ross, viste un exquisito traje de fiesta; se ve muy bella, ahora luce toda la belleza que siempre ocultó bajo su uniforme de ama de llaves...
Mientras todos los invitados admiran a la pareja, que se toma de las manos delicadamente, nadie ha observado que Amira se encuentra en el suelo, desvanecida.




Cancún, México.

Texto agregado el 07-02-2004, y leído por 616 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
08-05-2005 ¡EXcelente! Eldesarrollo estupendo y un final sorpresivo.10 estrellitas para ti merche
28-02-2005 Bueno, con qué precisión has descrito el traje de la novia y los preparativos... todo para desembocar en que no es enlace sino desenlace. Pero está bien esta sorpresa porque a veces pasa. Ella tiene un carácter endemoniado. Y también me llama la lección de humildad que le da su exmarido cuando le descubre que su nueva pareja es la sirvienta. Ruth
13-11-2004 Un trabajo excelente. Mantienes al lector con un vivo interés en todo momento. Al leerte, mas que palabras, veía imágenes vivas y muy reales. Enhorabuena, felicitaciones. Claraluz
25-02-2004 Me pareció ver las imágenes a la vez que leía, ha sido como estar frente a la pantalla de cine...un saludo eloisa
22-02-2004 Genial...que culebrón, que pasional...total total; es como un capítulo final de una serie...Me he divertido como una maruja viendo la telenovela. Muyyyy bueno. Saludos. nomecreona
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