Firmemos un contrato, donde le vendo mi alma al mismísimo diablo. Sellado con gritos agónicos, con burlas y una ironía al dios que se olvido.
Señor cuatro letras, déjeme firmar, mi muñeca esta previo cortada, la pluma entintada y yo esperando un eterno sufrir.
Mefistófeles comenta al desdichado, aun no escribo el contrato, me quede sin tinta o redactor, me ayuda joven escuálido. Por darme tu alma, te doy lo que quieras, pero mientras vivas.
Asustado y enojado, el ridículo hombre escribió cada frase con mas mareo, dictaba resquicios legales y efectos inútiles, él solo quería morir y punto. Tanto papeleo le turbo la mente, tanta palabrería le agoto.
El demonio dicto al fin el último párrafo y el famoso firme aquí. Firmo, entonces, el cansado hombre y se hizo fuego todo el papel. Alcanzo a dar un suspiro y se tumbo.
En un susurro cansado dijo, maldito tramposo gastaste toda mi tinta...
Entre risas el demonio se deleito, le vio morir sin concederle favor alguno...Así acabo por conseguir lo que quería, el eterno tormento y el fin del devenir; así el demonio hizo efectivo todo.
Ya sin tinta ni vida, se condeno a si mismo a sufrir.
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