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LLegué de Chicago hace ocho horas, no he tenido tiempo de desempacar y me vine directo, pero aquí tienes, a ver déjame rebuscar, ¡aquí esta tu regalito!

Pero claro, ¿cómo iba a olvidarme de ti? Como todos los años siempre te traigo una cosita, aunque pequeña pero con todos mis sentimientos, por que tú me enseñaste el valor de un regalito pequeñito, el primer día que nos conocimos y yo me agarraba fuerte de la falda de Paola, mi hermana mayor.

Pero recuerdo más cuando tenía aquellos siete años y lo único que hacía era joder, ensuciar y hacerte trabajar el triple. ¿Te acuerdas no? Tú eras la única que me comprendía y la única a la que podía ir corriendo después de los palmazos por travieso que me daba papá.

Si, eso también lo sé. Siempre me di cuenta que permanecías callada, esperando que pase lo peor, sobre todo cuando cumplí catorce, andaba descarriado y las tandas eran peores, jajaja. ¡Esas épocas! Me sentía totalmente controlado. Qué Javier esto, que Javier aquello, que aséate, que no te olvides la lonchera, que vas a llegar tarde, que hasta las diez. ¿Y ese verano? Si ese. Me dieron tal surrazo en la ducha que hasta llegué a llorar sin lágrimas y la única que entró a mi cuarto con una súper taza de leche chocolatada fría fuiste tú. Ni mis hermanas que me llevaban doce años vinieron a verme, sólo tú. ¿Sabes? Aún llevo en la cabeza la sensación de tus manos arrugadas acariciándome antes de irte y apretándome los cachetes. Y yo mirándote, con una paz interior increíble, esa tremenda sonrisota que te salía en los mejores momentos, justo cuando la necesitaba.

¡Uff cierto! ¿El chocolate no? ¡Qué rico chocolate me preparabas es verdad! Mira tú que hasta que tuve diecinueve me los hacías cuando llegaba tarde de la Universidad, y a falta de uno, dos o tres me llevabas al cuarto de la computadora, siempre con tus manos calientitas, ya más arrugaditas. Sin que te lo pida, volvías con aquella caricia calmadora, antes de los exámenes, durante las amanecidas.

Y luego te dejé de ver. Lo sé, sé que no fué mi culpa, que ellos querían lo mejor para mi, y que por eso me enviaron a Chicago. Lo sé. Pero no sabes cómo extrañé ese chocolate que a mi nunca me salió igual ni por asomo. Tenerte en los mejores momentos o en los peores y saberte lejos, o no saber de ti, fue terrible.

Y luego, enterarme que nos dejabas por culpa de papá fue un golpe duro. Me dijiste por teléfono, en la conversación más larga que tuvimos, que te ibas a tu pueblo, que una de tus hermanas estaba grave. ¿Recuerdas el timbre de tu voz cuando me lo dijiste? Yo sí lo recuerdo perfectamente Camuchita. Y lo recuerdo tanto que desde ese instante supe que era una mentirilla blanca de tu parte. ¡Cómo me arrepiento de haber sólo cerrado los ojos y aguantarme la pena! ¡Tenía que haberme venido! ¡Tenía que haberte defendido de las estupideces de mis hermanas! Pero me uní a ellas con mi silencio y aceptación. No me lo voy a perdonar nunca.

¿Cómo te habrá ido después? ¡Toda la soledad por la que habrás pasado Camuchita! Pero al menos te pude encontrar, lástima que no fuera antes.

Ok, ok, sé que no quieres que hablemos de cosas tristes porque tú siempre me enseñaste a sonreirle a los tragos amargos. Hablemos de otra cosa entonces. Tengo que contarte de mi. Como sabes, desde hace tres años, estoy con Novia allá en Chicago. Hubiera sido maravilloso que te conozca ahora pero no pudo venir... ¿¡Aunque de ti sabe todo eh!? y bueno... te cuento que... ¡Me caso! ¡¡¡Sí!!! La verdad es que se me salió lo travieso que me quedaba y pues sí.. ¿¡Tú todo lo adivinas no!? Jajaja ¡Voy a ser papá! ¿Puedes creerlo? ¡Nos embarazamos! ¿Y sabes que es lo mejor? ¡Será niña! y .. ¿Cómo que no? ¡Es un lindo nombre! ¿Así que no te opongas eh? ¡Bien que te encanta la idea! Va a ser una linda niña y así te tendré muy cerquita cuando la llame por su nombre. Pero te sigo contando... me caso en marzo próximo y sé que de una u otra forma te sentiré allá con nosotros dándonos tu bendición en la ceremonia.
Sí, estoy muy feliz, aunque esto de ser padre me viene de sorpresa es algo que me ha cambiado la vida, no sabes cuánto.

Ojalá saque yo algo de ti cuando la eduque, al menos sería feliz con tomar prestadas, esa tranquilidad que tú tenías para explicarme en pocas palabras por qué me castigaban y tranquilizarme en lo inmediato, o ese silencio frente al cual todo sobraba pues tus gestos lo decían todo y con cariño, o esos detalles en los momentos más oportunos, que siempre tuviste para mi. Ojalá pueda ser como tú algún día, aunque tenga que esperar a estar viejito, como cuando nos atendías en casa con tanto esfuerzo y a pesar de tu edad.

Bueno. Te veré el próximo año, espero traerte a Camuchita para que la conozcas junto con mi esposa para que vean lo bien cuidada que aquí te tengo, y de paso para que visiten Huancavelica que es una tierra hermosa como tú.

Ya me voy corriendo porque el guardían sólo me dió permiso por media hora, luego me cierra la reja y no tengo cómo irme del cementerio. Te dejo mil besos. Estés donde estés, espero que me perdones por no haberte encontrado antes.

Texto agregado el 16-12-2006, y leído por 361 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
15-11-2007 me encanto la emoción de las palabras, lo naturla de una conversación... auqn lo senti previsible..respecto al final...me encanto! ursula999
03-01-2007 No me parecio que fuera la madre,porque cuenta que se iba a "su pueblo" por culpa de su padre,sus hermanas estuvieron de acuerdo.Que clase de hijas podrian ser esas?. Por eso pienso que era una de esas abnegadas nanas sureñas (empleda de la casa) que llegan a querernos y a regalonearnos mas que nuestros propios padres.Las hay, que renuncian a una propia vida de hogar por criar hios ajenos.Muy conmovedor.Te felicito con estrellas...y todo. pantera1
30-12-2006 cuanta sensibilidad Sergio... conmociona!!! aruald
22-12-2006 *galeria, perdon ^^ julieta_89
22-12-2006 la nostalgia de sentir a tu madre, sus abrazos, su cariño, mi madre sigue con migo, pero desde que nació mi hermano es como si no fuese ella. Hecho de menos esos momentos en que era una niña y ella me traía el desayuno, o cuando me abrazaba al volver del trabajo y ya era tan tarde que yo debería estar durmiendo en mi cama. Pero no, la esperaba junto a a la ventana de la galera hasta que veía llegar su coche y daba saltos de alegria junto a mi abuela. Pero voy perdiendo los recuerdos, la cara de mi abuela se me antoja borrosa y no consigo conservar el perfume que llevaba mi madre.. pero recuerdo la ilusion y ese corazón agitado...y es que madre, solo hay una. muchisimos besos, feliz navidad y cuidate mucho julieta_89
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