La llama libera los químicos que bailan la danza de la libertad, la visión es distinta, la audición es aguda, el tacto toca mis sentidos y las voces se hacen más confusas al pasar las manecillas del reloj del cuarto.

El aire adhiere cierta fuerza al golpe, los pulmones se encogen y se expanden tomando solamente lo necesario. La risa se hace indispensable en estos momentos, ja ja ja… se escucha en el fondo.

Las brasas se encienden una a una, la yerba se quema como una luciérnaga y los labios se mueven en una contracción feroz para tomar lo que es nuestro, la raíces indígenas se sienten en el presente

Mis ojos parecen que van a estallar, la sangre oxigena mi cerebro y la perspectiva ya no es borrosa, es tan clara como el cielo. Lo oculto se hace visible y las guitarras emiten sonidos con un gran esplendor.

Se repite una y otra vez la lenta sensación motora entre las coyunturas de mi inestable cuerpo, una pequeña explosión se escucha y quedan cenizas sólidas, libremente escucho el ambiente y me gusta lo que oigo.

Un sabor verde y un olor gris son la clave para sacar el yo que esta preso en mi pecho, emergiendo con grandeza en una diminuta burbuja de aire estoy escribiendo un poema que es parte de nosotros los humanos.

El tambor estalla con gran fuerza, las mariposas vuelan al escuchar terrible explosión, las hormigas huyen hacia un rincón del cuarto azul con estrellas en las paredes. Soy el hombre, la mujer y el niño.

El Buda está conmigo, da un toque y se alegra de sus creaciones, abandona el lugar dejando una estela de amor y armonía en cada centímetro del camino, feliz y libre soy. Desarrollo y evolución.