...Una fresca mañana de colegio, paseaba por los crepúsculos del viento, aquella alumna, sino aventajada, estudiosa al menos intentaba ganar con un 10 sus clases favoritas y por las demás, un punteo similar al menos, era su lucha.
Se sentaba en la banca más desgastada por el tiempo y vaya si era desgastada, aquel colegio tenía de vida unos setenta años de ver generaciones de muchachos ir y venir cada día por meses y años. El tiempo era cálido al mediodía, más fresco por la tarde, Dora se arreglaba el cabello más corto que de costumbre, a sus quince años todo le parecía ideal, genial y hasta ingenuo.
La característica de Dora era estar más callada que platicar con sus amigas, quizás un poco tímida, quizás embullida en sus propios pensamientos, pues no olvidaba a aquel chico de su misma edad, que se sentaba en la clase justo a la par de ella, y es que este muchacho de cabello castaño, color miel sus ojos, la miraban fijamente al estudiar, platicaban, reían, pasando el tiempo habían sido asignados a cursos similares, pero poco atractivos.
Esa mañana Dora en sus pensamientos como siempre...pensaba en él, vivía por él, eso creía.
La maestra de Redacción, pasaba lista....Hugo!!!, porque no responde!!, _¡Es que no vino profesora!! gritaba otro alumno, bueno, que le pasará?, acaso estará enfermo, ya lleva tres días sin aparecer.
Dora sumida en la tristeza de saber que su amigo favorito no llega a estudiar, se prende en un silencio total, llega el mediodía, sus amigas disfrutan del almuerzo de colegio, bromean, la vida pasa, y ¡ vaya si pasa!. Aquel tiempo pasó, los días pasaron, dos meses sin ver a Hugo, le destrozaban el corazón de niña...mujer.
Bueno...creo que todas las mujeres en un porcentaje alto, hemos atravezado esto, no?, quizás también los hombres. Dora lloraba de vez en cuando, no había logrado conseguir el número de teléfono de su casa, el bullicio de sus compañeros no permitía que ella se concentrara en sus pensamientos, ganaba las clases, si; pero...había aquel vacio en el lado izquierdo, Hugo, no estaba...
Al fin un día de tantos llenando la boleta de ausencias de colegio, apareció radiante!! era Hugo el que se aparecía con aquella sonrisa tímida y a la vez soñadora.
La fiebre tifoidea, casi lo había debilitado, llegó más delgado y más alto, había crecido en poco tiempo, al menos tres a cinco centímetros, a sus quince años, para él Dora era su amiga, aquella amiga tan especial que todo varón desea, una amiga confidente, aquella que se le puede confiar la misma vida sin temor a ser defraudado. Sus miradas se cruzaron, la felicidad y el brillo en los ojos de la niña, no podía ocultarse más. Era aquella mañana en la cual los pájarillos cantaban en los árboles, las mariposas revoloteaban en los arbustos cercanos a la clase de los muchachos. Hugo le pidió a Dora que fuesen novios, pero ella...por temor, por dolor , por miedo, por no se qué...le dijo que no, simplemente, no.
El miedo, la desconfianza, el dolor había sucumbido el corazón de Dora, nunca pensó que aquel decir destruía el corazón de ambos.
Ambos, seguían aquella amistad linda, él confiaba en ella, ella procuraba no lastimarlo, aunque el dolor de no poder ser más que amigos turbaba de vez en cuando el corazón y los pensamientos de ambos. Las clases, los amigos,los maestros, hacían más fácil aquel caminar diario.
Tres años así, y unos meses más, ella sin razón aparente de haber dado dos o tres veces un no rotundo amandolo profundamente, él rebelándose sin razones aparentes, cambiando su voz a voz más fuerte varonil, tomaba la mano de Dora y la miraba firmemente, "nunca, nunca te voy a olvidar".
Esas palabras resonaron en el corazón de Dora por muchos años, Hugo casado con tres hijos, nadie sabe si por despecho o amor, se había enamorado de una compañera de clase mayor que él.
La vida los había distanciado para siempre, ella se casó y él también, cada uno por su lado. La vida transcurría como a todos, pero no todo es felicidad siempre, hay algo que puede enturbiar el corazón humano, y fue aquella mañana en que Dora sentada en aquella banca de colegio, ahora como visita, vestía un pantalón y saco negro, sus lágrimas rebotaban en el suelo, con veinticuatro años, leía y releía el obituario "Quien en vida fuera. HUGO......que falleció el día de ayer..."
Los amigos, los compañeros, los antiguos maestros, todos murmuraban, hablaban bajito, Dora no lograba escuchar la razón de su muerte, con los pensamientos más oscuros como su misma alma y el vestido que traía, lloraba lamentandose de su error. Un amigo de promoción colocó su mano en el hombro de aquella mujer : "Dora, lástima por lo de Hugo, él estaba muy sólo, su mujer había fallecido años atrás, pero él la buscó a usted por mucho tiempo, queriendo encontrar el aliento de aquel amor verdadero que jamás se dió como real, él se quitó la vida"...Aquellas palabras dejaron sin aliento a Dora, palabras que hasta hoy día ella recuerda en lo más hondo de su ser. Lloró , lloró mucho y un 31 de diciembre su alma se desahogó tanto, que nunca más volverá a ser igual...Aquel amor que fué amor, pero nunca se concretó, fué llevado en el corazón de ella en lo más hondo de su pensamiento.
Hugo, subió, voló hasta un le¡ugar muy lejano en el pensamiento de ella, su recuerdo permaneció hasta que fué destronado en parte por un amor de verdad. Aunque el amor de verdad, jamás se esfuma, no muere, simplemente es transformado...Dora de vez en cuando acude llevando una rosa roja a aquel panteón.
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