Shena bailaba junto a su poste de metal. Shena se columpiaba a base de cocaína y música para despellejados.
Yo la miraba pasivo. De vez en cuando, venía la camarera y me servía más en el vaso. De vez en cuando algún tipejo gritaba su desorden y ella miraba al reloj que colgaba sobre todas las cabezas.
Un minuto para restregarse contra el frío metal y otro para quedarse en bolas mientras nosotros, los sin principios, mirábamos sin llegar a comprender exactamente el porqué.
Shena era un dolor desnudo y un tormento de piernas largas.
Ella lastimaba en la entrepierna, te recordaba el desierto y el derroche de mujeres de medio punto.
Ella era la diosa del baile y la angustia de pechos duros.


Pero yo tenía trabajo en la trastienda. Louis me esperaba con su escopeta y Leslie su putita menor.
Me invitó otra copa, la acepté y cogí el sobre de los encargos. Me sorprendió ver su nombre, el de Shena.
--¿Por qué?
A Louis no le gustaba el desierto y se apartaba de todo lo que venteaba dolor.
--No me sirve.
Yo tenía trabajo.


--Hola Shena
Ella me miró.
--Hazlo rápido, tanto que no me de cuenta de que ya no sigo habland…


Leslie bailaba sobre la intuición del final. Era menor, sus pechos apenas lo eran y su sexo no indicaba una salida. Leslie estaba perdida y se agitaba con nueva música para trastornados.


En la trastienda más trabajo.