Será por lo del subconsciente ese de los cojones o porque en internet sólo hay guarreridas españolas, el caso es que un amigo me recomendó la peli “las brujas de eastwick” y ahí voy yo a amortizar mis veinte megas, veinte, de la ganadería wanadoo en el emule.
Empiezo a ver la peli y salen las brujas y los hechizos, pero algo no marcha como debía. Paso para delante. En una biblioteca una de las brujas, la más guapa para mi gusto, charla con el diablo entre unos estantes plagados de libros polvorientos. Cruzan dos frases acerca de un libro de hechizos que anula la voluntad. Ella lleva el pelo suelto y un ajustado suéter de angora turquesa. Es una diosa. De repente empieza a sonar una música extraña. Entonces comprendo y vuelvo a leer el título de la peli “las brujas calientes de eastwick”, pero ya es demasiado tarde. Mi diosa se ha quitado su salvavidas de angora azul y se sumerge, sin remedio, en las sórdidas y ponzoñosas aguas de la vulgar pornografía..