Lo veo en las tardes:
son esos días en que el sol se tuerce en los montes.
La avenida siempre congestionada de carros,
pero a estas horas la dejan en soledad.
Y conduciendo de norte a sur
la vida pone frente a mis ojos
la grandiosidad de lo inesperado.

Los tordos es una especie de cuervo,
que entintan de negro azulado
lo celeste del cielo.
Son parvadas de gritos
que van de un árbol a otro
buscando el cobijo
atrapados en una tarde en picada.

Llegaron en silencio,
alimentando su vuelo al capricho del viento que llegaba del mar.
Eran " viejitos"
Velloncitos de pelusa cristalina
que arribaron en miríadas
miles de ellos hacían piruetas
columpiándose en un frenesí
de saltos mortales.
Trapecistas vegetales
que sólo por esa vez y ese momento
Dios les dio la oportunidad de volverse pájaros.

He visto relámpagos horizontales,
en un zig-zag iridiscente.
Creí ver el verde de las naranjas
el amarillo de los crisantemos,
mas por la gritería
no pude menos que admirar,
que eran parvadas de cotorros
que transitaban sobre la ciudad
borrachos de vida,
sin respetar el rojo de los semáforos.
ni el silencio obligatorio de los hospitales.