Fue en este lugar, aquí mero, en esta columna donde el pinche gringo borracho y puto me metió ansias de novillero. Para que lo entiendan bien yo estaba llamado a ser el Heminway de las letras mexicanas, de perdida un Carlos Fuentes. Bueno no, ni madres, ese cabrón no, porque ya lo dijo la Doña y con mucha razón: un mujeruco, el rotito que tragaba del presupuesto, y todavía, ya senil, sigue pegado a la chichi de papá gobierno. Ya ven que hasta premio Nobel lo hicieron al cabrón, y luego luego enseñó el cobre conservador: ¡jijo de la chingada!
Pero bueno jovencitos, ni crean que les voy a mostrar todo lo que he escrito desde entonces. No, eso es pa mi nieto que ese sí va pa escritor serio, para que lo publique o lo piratée ora que me muera. A ustedes sólo les voy a contar lo que pasó en este mugroso antro. Me dan mi lanita, hacen su peliculita, jejeje, y ahi nos vidrios.
Pos ai va , apúntenle, bueno grábenle. Yo tenía un amigo, buen cuate el Luis, aunque medio joto. Mientras yo le metía al cuento y la novela él se iba por la poesía. Sentida, bien estructurada, pero a mi como que no me convencía que lo inspiraban las musas, sino los mozos, jajaja.
Y ahi tienen que un día al salir de la facultad el Luis que me dice, vente mi estimado que conocí a unos gringos que disque son intelectuales y viven aquí cerquita. Lo que es trago no va a faltar y hasta otras cosas, ya sabes. Y yo que iba a saber con 19 años, pero con las ganas del chupe pa la inspiración, pues órale, juímonos.
Tan pronto irrumpimos en el susodicho lugar -pa que vean que también se hablar, ehh?- me dio como mala espina. Era un departamento precario -eehh?, eso sí, lleno de libros, periódicos gabachos y hartos cuadernos y papeles. Y ahí estaba el pinche William, alto, alto el cabrón y flaco, hagan de cuenta que el Quijote no mas que sin barba. Una doña que me presentaron como la vieja del gringo: regordeta, con buen tetamen y cara como de malas pulgas. Y otro guey, que le decían grin, que parecía artista de Joliwu, pero que se veía a leguas que era puto, porque luego luego me abrazó y me tocó las nalgas.
Y órale, que si un chupe y otro. Ya bastante pedo y como nadie me hacia caso, que me pongo a hojear un libro que estaba por ahí: Shakespeare, y de repente ¡ que se arman los madrazos!
Quien sabe que le dijo el grin a la ñora y ésta le empieza a tupir. Y órale, en el desmadre que me dice el Luis: vámonos cabrón que ya están bien pasados. Y el gringo que se levanta cuan largo era y que me quita el libro que tenía, ve la hoja y me lo devuelve ipso facto eehh? y ¡ que creen gueyes! que empieza a recitar al bato de su majestad, palabra por palabra y hasta marcaba la pausa de los puntos y las comas. ¡Un genio el cabrón, sí un genio !
Pero bueno, pa que les hago el cuento largo, ahi vamos su servidor y el Luis corre que baja las escaleras, hasta que me fui de culo y del chingadazo y la cruda me recuperé hasta dos días después. Pero bueno, lo importante es que ya saben cómo conocí al gringo.
Como a la semana que me encuentro a Luis, porque todo ese tiempo se desapareció y entonces pos no existía la facilidad de la comunicación de ahora, y además como me daba no se qué volver a verlo, por puto, pues no lo busqué. Pero que me dice bien agitado: mi hermano, tengo un problema cabrón y le voy a comprar el gringo del otro día una fusca, préstame, no seas gacho, sólo 50 pesos, te juro que es cosa de vida o muerte.
Y ahi voy de pendejo, -pa entonces ya escribía la nota roja del Novedades y lana no me faltaba- y sale, orále hermano.
Gracias manito, nos vemos en la noche en La Canción, acompáñame pa comprar el arma y ahi le sacamos los tragos al William y te explico todo.
Puntualito como siempre he sido pa las copas que llegó aquí, si a este mierda lugar que desde entonces sigue igual, ni teibol ni nada lo han cambiado, las putas gordas de siempre, el pinche olor a miados y los mismos borrachos. Y que me siento aquí, chance y todavía sea la misma mesa, y espera que espera y nada, que no aparece el pinche Luis. Y ya a eso de las once, ya medio empédocles, que pago la cuenta y cuando me iba a ir ¡que veo entrar a los tres reyes magos!
El William cayéndose de borracho y atrás su ñora sobándole el trasero al grin.¿Y Luis ? on taba el pinche Luis?. Entonces que me vuelvo a sentar, en esta misma pinche mesa, así escondidito como ahora, y no más me quedo clachando el ojo. Y ahi estaban los tres risa y risa y una botella y otra.
Tonces el gringo como que se pone loco, bien pálido y deteniéndose los pantalones, porque le quedaban grandes, empieza a gritarle a la ñora: William Tel, ay am William Tel.
Y bueno, el resto ya lo saben: la vieja pendeja que se para aquí, en esta columna y se pone el vaso en la cabeza y el cabrón que le sorraja un tiro, justamente en la cabeza, y no, pos ahi quedo la ñora moribunda. El consabido desmadre, eh ? y patas pa que las quiero; que salgo volando de aquí.
Luego supe, como ustedes saben, que nuestras probas e ínclitas autoridades, eehh? lo metieron en chirona un ratito y luego lo dejaron ir por “homicidio imprudencial”.
Le seguí la pista al cabrón de Burrous y aprendí que el arte de escribir, si mis amigos, el arte con mayúsculas, lo descubrió el pinche gringo. Desde entonces sigo su técnica, no, que chingaos, su arte de iluminación: corto de aquí y de allá noticias en los periódicos, digamos media plana de sociales, un cuarto de política y otro de obituarios, subrayo párrafos, los mezclo y ya está. A veces sale la historia completa, a veces no.
Igual nunca me publicaron, pero la historia verdadera la tengo bien guardada, soy el pinche Nostradamus.
Yo, como el gringo pacheco, gozo de la simpatía, eehh? del poder supremo. Se me ha dado el privilegio de la premonición. Si, a poco no saben que el Burro predijo la caída de un aeroplano, y hasta el nombre del piloto, creo que en Uruguay.
Pero eso mis cuates, es harina de otro costal, ni crean que me van a sacar más. Como les dije, mis escritos no son del dominio público, hasta dentro de veinte minutos, cuando ese grasiento reloj en la pared de la barra marque las dos de la mañana. Entonces ustedes y yo nos vamos a la chingada, porque a este país le llegó la hora de dejarse de mamadas. En tanto, eehh? pídanse las otras, mientras me reviento este último danzón.
*William S Burroughs II. 1914-1997. Novelista, ensayista, pintor y critico social estadunidense . Opiómano y homosexual, fue considerado el padre de la generación Beat.
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