“ Porque la gente no sólo había esperado eso, sino que se había preparado para que las cosas sucedieran de ese modo y lo habían esperado de corazón, sin remordimiento y hasta con la satisfacción anticipada de sentir algún día el gozoso olor de su descomposición, flotando en el pueblo, sin que nadie se sintiera conmovido, alarmado o escandalizado, sino satisfecho de ver llegada la hora apetecida, deseando que la situación se prolongara hasta cuando el torcido olor del muerto saciara hasta los más recónditos resentimientos”
Extracto de “La Hojarasca”, del maestro Gabriel García Márquez y extraído por mí, para el día en que Chile entierra a su verdugo.
Hoy ese día ha llegado, saciando hasta el más ínfimo deseo de justicia. Quien causó viudas, huérfanos, nietos sin abuelos, familias separadas por el exilio, gente dañada irreparablemente por la tortura, desaparecidos, familias desgarradas por tener entre sus integrantes muertos sin cuerpos, sepulcros llenos de aire, llenos de tierra sin el abono de la carne humana de miles de personas que son nombradas en un crucifijo, pero que por debajo, están vacías, pues, quien las causó, así como hizo desaparecidos, es como hoy su familia desea hacerlo desaparecer, para que su tumba, no reciba el merecido escupo de todo un pueblo y evitar, el buen zapateo de una cueca por encima de sus restos.
Dejó a todo un país durante años sin arte, sin música ni escritores, sin cantantes ni pintores, para que decir cineastas. Desterró y censuró todo cuanto le parecía una leve amenaza. Leve, pues responder a una amenaza en canto, en pintura o por escrito con un arma, no fue una justa pelea.
Sólo espero que eso de “una vez muerto el perro, se acaba la rabia”, sea cierto, para que todas las personas que vivieron bajo el yugo de la impotencia, de ahora en adelante y por el resto de sus vidas puedan estar en paz.
Veo sonrisas en las veredas de quienes durante años clamaron por justicia y no la vieron aquí en la tierra. Quienes hicieron de abogado del diablo, hicieron bien su trabajo. Pero existe una antigua leyenda escrita en unos de los libros más antiguos de la humanidad, llamada “el juicio final”. Para los ateos, todo termina aquí. Para los demás, todo recién comienza. Quien escabulló los tribunales y se burlo cuanto pudo de sus victimas, ya no puede escapar más, en el purgatorio siempre hay lugar para alguien más, su calidad de estratega, esta vez no le servirá.
Al maestro de la ironía, se lo lleva una ironía de la vida: muere del corazón quién nunca lo tuvo.
No puedo dejar de estrecharme en un abrazo de paz, tal vez ahora se pueda respirar tranquilidad, después de haber crecido viendo sufrir la impotencia de quienes vivieron durante años tanta impunidad, orgullo y soberbia tan bien llevada por quien encarnó la maldad.
Quisiera que personas como estas no existieran en el mundo.
Sinceramente... ¡PARA QUE NUNCA MÁS!
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