Hora: 14.20 h.
Día: 07/12/2006
(día después del 28 aniversario
de la ratificación de la constitución
española de 1978)
Antes nos caíamos y cuando la herida estaba cicatrizando nos volvíamos a caer, rompiéndose la postilla ante la sonrisa de unos padres que dejaban hacer, ser a sus hijos desde el cariño. Las cicatrices eran exteriores nunca internas.
Antaño jugábamos con tizas, elásticos, cajas, hacíamos cócteles con espuma de afeitar y crema para evitar los hongos en la piel, recetábamos en papel de oficina usado medicamentos jamás inventados.
Uno se asomaba al río para contemplar su propio reflejo y no le saludaba un pez verdoso de tres ojos. Tampoco los moluscos cambiaban su sexo sin elegirlo.
Comíamos chucherías, gominolas, piruletas y gusanitos porque las corporaciones estéticas aún no aceptaban tarjetas doradas.
En el pasado, cinco duros eran un tesoro que se guardaba con las chapas de botellas ajenas (¿cuántos partidos de fútbol imaginario habremos jugado?) y los cromos o las muñecas recortables. Adivina a qué jugábamos: a acertar sin ver.
Si uno decidía por unas horas, un día, para toda su vida, beber latas de cerveza o cartones de vino en un banco del parque, la policía no le detenía porque ésa era su elección personal. Ahora, transportar hielo en bolsas es un delito; ni que decir tiene que si usabas colonia, pasta de dientes o llevabas barba no eras un terrorista en potencia. Ahora, quienes cojeamos lo hacemos porque transportamos explosivos pegados a la piel y ésta se estira o encoge a gusto del consumidor como se elige el color de ojos del niño que está por nacer.
No se camina por el bosque, el campo, el prado o la montaña porque resulta bastante más cómodo ir al gimnasio, subir a una cinta andadora y mirar al infinito.
Toda la carne sabe a pollo y el pollo no sabe a qué sabe. El muy desdichado lleva un tiempo hablándolo con las verduras, quienes, a su vez, le comentan el último fertilizante con el que se han perfumado.
Bombardeamos lo que nos separa aunque no tenemos claro qué o quiénes nos unen y como si no nos gusta la foto la volvemos a tomar cuantas veces sea necesario, aquella mítica estampa de la flor frente a los cañones difícilmente podrá repetirse.
Somos más europeos que antes por eso ahora si los Telerín nos mandasen a la cama lo harían a las siete de la tarde. En la noche sólo actos perniciosos, vandálicos y horribles ocurren, eso lo sabemos todos…
El médico nos prohibe el café porque es malo para la tensión, también las discusiones, el ajetreo y nos receta yoga y un poquito de soma para ser un bienaventurado.
Hoy día cuando pagamos en cualquier establecimiento nos dan la vuelta sobre la barra o una fría bandeja metálica; pensándolo bien, creo que el evitar el contacto físico puede deberse a una de esas operaciones de limpieza infinita que tanto se pregonan en los medios. Uno nunca sabe cuan cerca puede estar la mancha. Más vale prevenir que curar. Es lo que le dicen a mi abuela cuando le vacunan contra la gripe a primeros de octubre, tiempo de revolución minera, -señora, uno nunca sabe lo que le puede pasar, más vale que sobre a que falte-. Y sobrar, aparte de pena, nos sobra poco en este sur del norte del occidente.
A mis veinticuatro años, seis meses, cuatro días y unas horas puedo decir sin miedo, con mucha tristeza, no poca rabia y demasiadas ganas que extraño cosas que nunca viví, reinvento aquello que me toca día a día y vendo muy barato lo que me taladra la cabeza cuando, como hoy, en un aeropuerto, tomo conciencia de lo que experimento cada segundo.
Hora: 14.58 h.
Cervezas: Dos.
Pastillas: Medio valium 5.
Ganas de volar: ¿Pánico?.
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