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Corría el año 1985, acá en Chile en plena dictadura, ya habían comenzado, hacía 2 años, las protestas masivas y pacíficas.
Salíamos muchos vecinos en las noches, respondiendo a algún llamado, y realizábamos pequeñas marchas, gritando en contra de la dictadura. Algunos llegaban con neumáticos viejos, los que eran quemados en las esquinas.
La gran mayoría de la gente solo salía a mirar atemorizada y era su modo de apoyar la protesta.
Al día siguiente sabríamos que en cada actividad, de esas, los militares mataban a unas 8 personas.
Una tarde de agosto me invitó un amigo a su casa a tomar onces, me dijo que a su madre le gustaban las canciones de raíz folclórica y por ella llevé la guitarra.
Al llegar saludé a todos de un modo educado, pero sentí un profundo desprecio por uno de los presentes. Fue como si lo odiara sin conocerlo, era un hombre de mi edad, de unos treinta y siete años.
Al reconocer que estaba prejuzgando a un inocente, traté de actuar como persona equilibrada y logré soslayar esa animadversión.
A la hora después toqué la guitarra y canté algo campesino y una canción libertaria de las que siempre han estado en mi repertorio.
Luego de esa canción se habló un poco del tema político de un modo suave y con cuidado; entonces yo pregunté: ¿en este barrio se hacen protestas?
La madre de mi amigo dijo de inmediato: "NO acá nunca ha habido eso".
El personaje que me costó tragar se rió y dijo: "Yo trabajo para que no hayan protestas".
Le pregunté: Usted es uniformado?
- Soy instructor de artes marciales
- Y le enseña a los militares?
- A ellos los preparo.
- ¿Y sabe mucho de Karate, boxeo y judo?
- Sé todo eso y otras cosas también
- ¿Y es verdad que ustedes pueden partir una tabla con la mano?
- Le voy a contar que hasta ladrillos puedo partir con el puño, pero lo más grande que hice fue una vez que vino el general "Zutano" y me tocó hacer una demostración de artes marciales. Esa vez me pusieron 3 ladrillos para que los rompiera uno por uno con la cabeza.
- ¿Tenía que darles un frentazo?
- Con la frente los tenía que romper; estaban todos los oficiales sentados en la ceremonia y yo delante de ellos. Entonces tomé impulso y le di al primer ladrillo, tan fuerte que pasé pa` abajo y terminé pegándole también un cabezazo al pavimento. De ahí me incorporé de inmediato y busqué el segundo ladrillo para romperlo también delante del general. No podía verlo bien, como que se me ponía borroso y no calculaba bien la distancia para darle el otro frentazo; en eso me toco la frente y veo que la sangre me corría por toda la cara y por el cogote, que ya tenía la camiseta toda manchá` de rojo.
Entonces sentí que entre dos tenientes me tomaron de los brazos y me llevaron a la enfermería. Allá fue que perdí los sentidos.
Después que terminó de hablar, yo me quedé pensando: "Lo que son los prejuicios".

Pedro Yáñez

Texto agregado el 11-12-2006, y leído por 392 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
27-07-2014 las personas siempre son distintas, independiente de la institución que los trajee -moda, trabajo, amigos, músicas, redes sociales, etc. :) fafner
29-09-2013 Excelente tu narrativa, es media jocosa pero profunda a la vez. NOnon
28-01-2008 Ha sido una historia entretenida de leer, sacada de la realidad vivida. auripo
24-11-2007 el final se me hace un tanto abrupto ¿sólo escribes del tiempo del gorila? espero que no. anatolysolonitsin
20-10-2007 El relato es muy bueno, con un estilo coloquial, como quien lo cuenta en casa. Eso le da un valor especial. Esdrelon
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