Cada que escribo alguna palabra, ésta es resultado de mi ser interno que me llama, al igual que se comunica el pasado esperando respuesta. No tiene sentido hacerse el desentendido, pues la vibración incrementa su fortaleza, retocando, vibrando cada parte del pensamiento; debes decirlo, puesto que si no lo haces quema como candente hierro sobre la carne. La tradición exige, con una voz suave que advierte cosas. El medio se hace participe, como si obedecieran lo musitado que emerge de la lobreguez de cada rincón que se mentiene como espía, frecuentando el éxtasis de la embriaguez; pareciera un tipo de delirio, un pasaje que conduce y rebasa los extremos de la cordura. La cordura, esa fuerza incipiente que muestra miseria, y hace que la ames sobre todas las cosas; es rebasada por momentos esporádicos, por esclavos de los dioses que te conducen por caminos olvidados, por sendas infaustas, por tortuosas colinas...

La voz de mi abuelo era capturada por aquellos abedules, montañas, cielo y nubes que parecían encerrar el resultado de sus fauces en una bolsa de aire- sólo yo la podía escuchar, pues eran ecos que, con timidez escondían sus rostros tras la oscuridad de los espacios inhabitables-

-Este mundo es una tumba hijo, somos como gallinas en engorda, seguimos a los demás sin condiciones, y cuando nos sentimos "fuera del círculo" regresamos por miedo. Sin embargo eso es como una cárcel donde conversan los instintos humanos; míralos están encerrados en sus propios miedos y buscan a quienes los hagan sentir fuertes, confiados, y esos serán los que los adulen; como en el mundo no faltan, entonces se forman círculos que se ayudan; los miro igual a leprosos que sucumben a su debilidad, entregados a su propia realidad-.

-Pero dónde están los límites de esos círculos abuelo que no los veo-

-No te preocupes hijo, los verás, si eres elegido, los verás. No sólo muere uno cuando finiquita la vida, sino cuando te encierras en un estado de mediocridad, y los demás mediocres te siguen, haciendo una procesión que no les deja ver la realidad, son como almas que deambular de aquí para allá, como muertos en vida mostrando su corrupción, cual si fuera una vanagloria-

-Creo que ves lo que yo no veo abuelo, muestrame el camino, por favor-

-El camino es la seguridad que le añadas a tu voz interna, pues es ella la que te guía, no yo hijo mio; la verdad es extraña, no obstante se te mostrará, si sabes ver más allá de esta miseria humana que nos sepulta-

El viejo hablaba al viento, al firmamento, a los sordos, a los oídos que escuchaban con atención...La naturaleza se comunicaba, habría que escucharla...¿Qué eran esas cosa que decía? yo nunca las entendí, sin embargo, ahora, con la distancia y el tiempo, resonaban en mi mente, como si la melodiosa voz fueran pilares sosteniendo la memoria, como creaciones muertas que bailan al interior...