Había terminado amándola; sintiendo esa fogosidad en las caricias que aún flotaban con su ausencia. Bajo aquellos labios la vida era un perfecto desafío hurgando en el túnel de su boca. Había cedido al dolor de abandonarlo todo; a ser otro bajo la oscuridad de esas entrañas.
El tiempo de la espera fue eterno. Cuando tomo conciencia, sus ojos asombrados lo explicaban todo. Entonces enfrentó la realidad de ese cuerpo solitario; inexpresivo; carente de aquella mágica sonrisa ante sus apasionados ojos. La mitad de su vida murió frente a esa imagen; el resto, sólo había sido producto de una ilimitada ensoñación...

Ana Cecilia. ©