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Inicio / Cuenteros Locales / monsegnor / Entrega Personal (III)

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Mi segundo día de viaje comenzó muy temprano, lleno de optimismo y alegría pues cerca de las ocho de la mañana ya me encontraba en la carretera esperando que alguien pudiera llevarme más al sur, el dinero se había terminado pero aquello no sería un problema si la suerte me acompañaba.
Y no habían pasado muchos minutos cuando un camión pequeño de transporte se detuvo junto a mí y me dijo su conductor :

- Eh vagabundo, creo que vas al sur, si deseas, puedes venir con nosotros, sólo que antes debemos cargar el camión con harina para hacer un transporte.
- Sí, claro, voy al sur, si puede llevarme le agradeceré.
- Entonces sube a la parte trasera, pasamos a cargar harina y nos vamos inmediatamente al sur.
- Sí señor, gracias.

Me subí rápidamente a la parte trasera del camión mientras éste retomaba su camino por la carretera; a poco andar nos desviamos hacia un molino donde el conductor y su ayudante detuvieron el vehículo para cargarlo con sacos de harina.

- Bien vagabundo – dijo el chofer del camión – ayuda a cargar la harina y así saldremos más pronto hacia el sur.

De inmediato me dispuse a colaborar con la carga de la harina hacia el camión, tarea que cumplimos eficientemente el cargador del transporte y yo. Sin embargo, confieso que no tenía la costumbre necesaria para echar al hombro los costales de harina y trasladarlos hasta el vehículo. Mientras depositaban los sacos en mi hombro, sentía cómo éstos pesaban y lo difícil que se me hacía trasladarlos hasta el lugar indicado, pero no podía flaquear y puse toda mi energía en aquella tarea. Después de eternos y sufridos minutos de ardua tarea , el camión ya tenía su carga completa y entonces el conductor, tal como lo había prometido dijo:

- Bien, estamos listos, ya nos vamos, vagabundo sube atrás que ya partimos.

Me acomodé entre los sacos de harina e intenté descansar de mi labor de improvisado cargador mientras un pequeño dolor se hacía sentir desde mi espalda, sin embargo a los pocos minutos después, ya me sentí mejor y la brisa provocada por el viaje junto a la hermosura de aquella mañana, me devolvió el optimismo. El viaje era largo y cerca del mediodía sentí el cansancio de la jornada y sin darme cuenta, me quedé dormido entre la blanca carga que me rodeada. Desperté más tarde cuando el camión se detuvo sorpresivamente para mí, intenté mirar a mi alrededor y muy cerca de nosotros se alzaba un imponente restorán que llevaba el nombre de El Pez de Oro. El conductor detuvo el motor del vehículo y bajó de él junto al cargador, vino entonces hacia mí y me dijo:

- Mira vagabundo, ya es hora de almorzar, nosotros iremos al restorán que ves allí, pero debo decirte que debes quedarte aquí cuidando la carga, no abandones el camión por motivo alguno. Es muy fácil que intenten robarnos.
- Sí señor, no se preocupe, cuidaré la carga de todo peligro, vaya usted a almorzar con tranquilidad.

De esa manera quedé como cuidador oficial del cargamento de harina y eso me imposibilitaba de bajar del camión para recorrer el lugar e intentar obtener algo de comer, de todos modos ya tenía algo de hambre. Estudié la situación, en realidad no habían muchas posibilidades de conseguir algo para comer pues lo único existente allí era el restorán donde habían concurrido a almorzar el conductor del camión y su ayudante. Creo que entre aquellas consideraciones transcurrió cerca de una hora y de pronto veo aparecer al conductor y su ayudante que acercándose al camión iban comentado... “Que buena comida sirven aquí” o frases como...”Ese pescado estuvo delicioso”, expresiones que abrieron más mi apetito pero que tenía pocas esperanzas de satisfacer. Luego el conductor me dijo así:

- Bien vagabundo, ya hemos almorzado, debemos continuar el viaje rápidamente para llegar a la hora a nuestro destino... vámonos.
- Sí señor, nada le ha sucedido a la carga de harina, todo está en su lugar.

De esta manera, el transporte retomó su rumbo por la carretera mientras me acomodaba para pasar las siguientes horas en el eterno balanceo del vehículo, era el momento de reflexionar sobre todo lo acontecido y concluí que hasta ese momento había tenido mucha suerte, el avance hacia el sur continuaba, la espalda me dolía menos y aquello del hambre podría solucionarlo una vez que llegáramos a la ciudad de nuestro destino.
Por fin cerca de las nueve o nueve y media de la noche el camión entró en las amplias calles de aquella ciudad cuya luminosidad y actividad me llenaban de optimismo, de inmediato pensé pedir al conductor que me dejara en el parque principal de la ciudad y así podría planificar varias cosas, incluso buscar un lugar donde pasar la noche.
Sin embargo, el conductor se adelantó y me dijo presuroso:

-Vagabundo, ya hemos llegado a nuestro destino, iremos a descargar la harina y luego te dejaré en el centro de la ciudad.

Entonces comprendí que me esperaba el trabajo de descargar lo que había cargado en la mañana en aquel molino, esa conclusión me preocupó bastante ya que me sentía algo débil, dolorido de la espalda y hambriento, pero de todos modos era algo que debía cumplir. El camión entonces avanzó por diversas calles de la ciudad hasta llegar a una bodega de harina donde junto al ayudante del conductor, descargamos toda la harina de nuestro transporte.
Luego de aquel trabajo que me dejó aún más débil y reactivó mi dolor ya conocido, el conductor me dejó en el parque central, me despedí agradeciendo su gentileza a él y a su ayudante.

Una vez instalado en el parque, me tendí en el césped a descansar para recuperar algo de energía y considerarlo que haría a continuación, todo me llevaba a pensar
que había sido un buen día y que la distancia con laiglesia de San Antonio ya era mucho menor, en realidad, me encontraba sólo a unos doscientos kilómetros del cruce
que lleva a mi destino final.
Todo estaba muy bien excepto el hambre que tenía y que no me dejaba descansar bien, entonces comprendí que era inútil intentar engañar mis deseos de alimentarme
y decidí intentar obtener algo de comer por los alrededores.

Me levanté del césped y fui a una de las fuentes de agua del parque aquel y allí pude asearme un poco, principalmente sacar los restos de harina de mis brazos, rostro y cabellos.
Luego emprendí parque arriba y no muy lejos de allí, descubrí un colegio o liceo
que se levantaba junto al parque. En la entrada del colegio un gran letrero rezaba así:

GRAN KERMESSE PRO GIRA DE ESTUDIOS.

Letreros más pequeños invitaban a servirse una gran variedad de platos y sandwich. Me acerqué a la entrada del liceo y desde allí pude ver cómo en el primer
patio, muchas personas disfrutaban de diversas comidas o ligeros sandwich, hacia el fondo, en un segundo patio, se veía la gente bailar al compás de una
orquesta que sonaba al aire rítmicos sones fiesteros.

En un instante y sin poder darme cuenta, una voz me habla de improviso:

- Buenas noches, mi nombre es Carolina y soy profesora de este liceo, ¿deseas pasar a comer algo delicioso y así colaborar con nuestra gira de estudios?

- Oh sí, nada más me gustaría que pasar a comer algo, todo luce muy bien y el aroma invita a probar algo. Pero no tengo apetito, nada.

- Ya veo, sin embargo estabas mirando a las personas que comían , entonces me dije, creo que este joven tiene algo de hambre y tal vez desea comer alguno de nuestros platos.

- Le diré que vengo viajando desde el norte y hoy, en la carretera he podido almorzar en el restorán El Pez de Oro, y me han servido un inmenso plato de carnes,
por ese motivo ya no podría comer nada más, al menos por hoy.

- ¿Has comido carnes en El Pez de Oro?, vaya, sorprendente casi no puedo creerlo.

- Sí señorita Carolina, debe usted creerlo, además fue lo que recomendó el mozo.

- Oh ya veo, el mozo te ha recomendado el plato de carnes, y ha sido tan satisfactorio que ahora no tienes apetito.

- Exacto, es tal como lo dice usted señorita Carolina.

- Bueno, al menos lo intenté pero ahora debo ir a la
cocina, creo que hay nuevos pedidos.

- Que tenga usted buenas noches y éxito en su Kermesse.

- Buenas noches - termina diciendo la joven profesora de aquel liceo mientras caminaba hacia la cocina.

Me sentí confundido y culpable de haber mentido, tal vez si le hubiera dicho la verdad a la profesora , ella me hubiera ayudado con algo o me hubiese propuesto alguna solución al obligado ayuno de ese día. Entonces recordé las palabras de Monseñor cuando me decía que la Verdad debe prevalecer por sobre todas las cosas. La Verdad
te hará libre y te dará paz espiritual y así podrás hallar de mejor manera lo que buscas. Quien habla con la verdad, habla con el corazón, eran las palabras de Monseñor que no supe aplicar en su momento y eso me pesaba sobre la conciencia.

También recordé las palabras de la señora Domitila cuando me decía que si se pedía, se recibirá en abundancia. Es cosa de fe, recalcaba ella.

Entonces en ese momento decidí aceptar nuevamente las palabras de Monseñor y ya no mentir en cuanto me fuera posible, además también decidí poner en práctica la fe de la señora Domitila y solemnemente pedí para que me fuese dado. Y dije:

- Está bien, he venido a pedir como lo hace la señora Domitila, espero que se me dé en abundancia porque tengo hambre y no he comido en todo el día, bueno, no es necesario recibir en abundancia, pero al menos lo suficiente para comprar un sandwich...

Luego de mi solicitud u oración como le llama la señora Domitila quedé a la espera de que mi llamado tuviera alguna respuesta, pero pasaban los minutos y nada, entonces pensé y concluí que las cosas referentes a la fe requieren tiempo y no son instantáneas. Lo cual en palabras prácticas sólo me restaba volver al parque, buscar un lugar
donde dormir y olvidarme de todo lo demás. Y eso me dispuse a hacer, pero cuando ya me alejaba de aquel colegio en fiesta me siento llamar:

- Eh muchacho, estabamos buscándote, que suerte que te encontremos aquí.

Era el conductor del camión de transporte que junto con su ayudante salía en ese momento del interior del colegio.

- Sólo quería decirte - dijo nuevamente el conductor- que mañana regresamos al norte, de modo que si deseas volver con nosotros, solo tienes que decirlo.

- Oh, lo siento, en realidad aún debo seguir rumbo al sur, gracias por la oferta.

- Ya veo, es lamentable, me hubiera gustado mucho que hubieras regresado con nosotros. Bueno, también te pido me disculpes pues olvide pagar tu trabajo de cargador.

- ¿Mi trabajo de cargador?

- Sí, has sido de gran ayuda en nuestro viaje y te diré que nuestro flete fue bien pagado ya que llegamos a tiempo a la bodega de destino.

- Pero, usted no debiera pagarme, yo creo que..

- No, nada de eso, yo tengo una filosofía que dice que cada trabajo efectuado debe pagarse, de modo que lo que te corresponde es lo siguiente, veamos.

Entonces el conductor extrae algunos billetes de su cartera, los cuenta y finalmente me hace entrega de ellos, declarando solemnemente:

- Bien muchacho, aquí tienes por tu valioso trabajo, esperamos poder contar con tu ayuda en una próxima oportunidad.
- Muchas gracias señor, - respondo mientras recibo aquella cantidad de dinero – es usted muy amable.
- Bueno, entonces será hasta la vista y que tengas un buen viaje al sur.
- Gracias y suerte a ustedes igualmente, que tengan un buen y provechoso regreso al norte- termino diciendo a modo de despedida – no olvide conducir con cuidado.

Y de esta manera completamente impensada, de pronto me veo con una buena cantidad de dinero, bueno al menos lo suficiente como para regresar al colegio de la Kermesse y servirme algo que calme mi hambre de todo el día. Rápidamente ingreso al primer patio del colegio y tomo asiento en un lugar desocupado, una chica muy joven me observa y se dirige de inmediato a mí diciendo sin dudar:

- Buenas noches, gracias por ayudar a nuestro colegio, ¿va usted a ordenar de inmediato?.
- Sí, evidentemente ordenaré de inmediato – digo a joven chica que por cierto debe ser alumna de aquel colegio – mira, deseo que me traigas el sandwich más grande y completo del menú, igualmente una enorme gaseosa para beber, pues tengo mucha sed.
- Sí, atenderé su pedido de inmediato, tan sólo debo acudir a la otra mesa y...
- ¿sabes? – le digo a la chica mientras la invito a que se acerque algo más a mí para contarle algo como secreto – te pido que me traigas lo que he pedido de manera urgente, pues no he comido en todo el día y debes comprender fácilmente que muero de hambre.
- Está bien – contesta ella – no hay problema, haré que todo llegue a ti lo más pronto posible.

Y sucedió así realmente, pues de pronto veo como alguien deposita deliciosos platos sobre mi mesa y luego de hacer eso me dice:

- Como ves, te he traído todo lo más rápido posible y también te traigo un mensaje de mi profesora con la cual has hablado unos minuto atrás, ella dice que se alegra que hayas recuperado el apetito tan prontamente y que sigue sorprendida por lo del restorán El Pez de Oro, pues según ella, jamás han preparado platos de carne en ese lugar. Bueno, que disfrutes tu comida.

Entonces hice dos cosas, lamenté mucho haber mentido a aquella profesora y por otra parte recordé a la señora Domitila, pues mirando mi mesa, vi y comprendí que se me había dado en abundancia a pesar de haber faltado a la verdad. Después de comer, concluí que con lo que me había quedado del dinero que me había dado el conductor del camión, me era posible comprar un pasaje y llegar hasta el cruce donde debía dirigirme hasta la Iglesia de San Antonio para entregar finalmente los documentos de monseñor.
Caminé parque arriba y encontrando una oficina de transporte de pasajeros, compré mi boleto para salir temprano en la mañana a continuar mi viaje al sur, incluso el dependiente de aquella oficina me permitió quedarme en aquel lugar hasta que el bus saliera a su destino. Concluía así, otro feliz día en mi misión de correo de entrega personal.

continurá

Texto agregado el 10-12-2006, y leído por 260 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
05-04-2007 nada de que lo sientes: un beso pa tí ;) ednushka
01-04-2007 Me gustó, linda historia. mujer
22-01-2007 ***** y esto es un vicio para mi (leerte) maria_jose
26-12-2006 espero la continuación, y tambien que a ser posible avises***** eslavida
14-12-2006 Historia que transcurre con naturalidad ***** chicadeluniverso
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