Por un tiempo lo disimuló bastante bien. En el fondo sabía que no era lo mejor, pero no podía evitar esconder sus sentimientos.
"Todos nosotros nos esforzamos por demostrar que llevamos una vida normal; casi nunca desnudamos nuestras verdades".
Ella esa noche estaba totalmente destruída y sin embargó ni siquiera se quejó. El dolor se le fue acercando de a poco, con la certeza de que aún sin prisa llegaría a tomarla completamente en cuerpo y alma.
"Vamos por la vida como ciegos por una casa. Rompiendo todo lo que se oponga a nuestro paso".
Nunca pensó que el amor le costaría tanto. Mientras jugaba a las muñecas todo era más facil, se enamoraban, se besaban y luego se casaban.
Pero un día ella misma se convirtió en muñeca, y ella misma debía manejarse. La vida se presentaba de una manera muy distinta. Un juego diferente con reglas por aprender, únicas para cada uno.
"No podemos molestarnos por aquello que rompimos cuando todavía no veíamos. No podemos culparnos de ser ciegos, sólo intentar quitarnos las vendas".
Así es que un día regresó a su casa, y encontró todo destrozado. Sentía angustia y bronca; dolor y arrepentimiento. Pero también sentía ganas de empezar de nuevo.
"No se justifican las malas actitudes ajenas, pero nada es casual en este rumbo. Ese que te ayudó a destrozar tu casa, se convierte en el que te ayuda a verla y a necesitar camabiarla"
Entonces comenzó. Muy lento. Comenzó a transitar por un nuevo camino. Comenzó a probar suerte.
"La ley del cambio es hacer algo distinto para obtener un resultado distinto. De otro modo, siempre se obtiene lo mismo".