Había decidido guardar entonces, una bofetada en la palma de la mano.

Esta a veces cosquilleaba. Contenia la ira y la convertia en una realidad mas dura. Para aventarsela a la cara.

Cada vez que la veia a ella, cada vez me colmaba el sufrimiento. La odiaba mas que a cualquier persona.

Deseaba verla llorar, y que su alegría muriese tan cruelmente como ella había mandado a mantar la mia.

Guardaba los gritos en mi garganta, y un buen dia decidí ignorarla.

Para no hablarle nunca mas.

Por supuesto, yo a ella la seguía odiando, y la bofetada estaba ahí, en mi mano izquierda. Endureciendose y enfriandose, para algún dia partirle la sonriza de golpe.

Años y años y años, y yo reia, en mi infinita desgracia.

Y ese día llego.

No dije nada.
Aquellos gritos no salieron, sino que fluyeron con prisa a mi muñeca.

La vi con mi mas vacía mirada, y parecía que se anticipaba el golpe.
Pero este nunca llegó a ocurrir.

Mi padre me la dío a mi.

Escasos pensamientos traspasaron mi mente, mientras mi cara era cruzada ppor una mano enfurecida.

Agarre su camisa con mi mano izquierda, y lo voltee sobre mi hombro.
Cayó al suelo y me miró a mi.


A el lo odiaba mas que a ella