I

No sabían como empezaron, ni cuando o porque, pero su pasión indiscutible les hacia olvidar cualquier pregunta o razón.

Tan infinito y natural era todo lo que tenían, y como una droga parecía lo único que necesitaban.

Lo de ellos era muy simple y casi chiquilín y la gran confianza (mas que nada de ella a él) borraba el peligro que los rodeaba.

Pero como todo, hasta esto terminaría cruelmente rápido sin ningún aviso.

La última vez, todo empezó como siempre.

Con los ojos cerrados, ella camina lentamente hacia atrás por el piso blanco hasta sentir sus talones en el aire al llegar a su borde preferido. Desnuda, fría e inmóvil, el viento acaricia su pelo suavemente que a veces le cubre la cara haciendo de esto lo único que la hace ver diferente a una estatua.

Traga saliva, mientras siente que los nudos se aprietan al ser chequeados por última vez.

Después del beso en la frente, el tiempo pasa en silencio. ¿Será un segundo? ¿Dos? ¿Cinco o diez? Esta incógnita es lo que genera en ella una sonrisa muy leve. Es una sonrisa que bordea entre nerviosismo y excitación.

Finalmente esa mano abierta y conocida la empuja al vacío lentamente, casi sin tocarla.

Ella respira por última vez.