Dejad que el silencio cese en su murmullo y que con su dulce voz tímidamente calle. Dejad que la soledad invada el triste espacio y que con frío acento a los muertos hable. Dejad que a mi rincón oscuro lleguen y que en sus cálidos brazos mis huesudas sienes reposen. Dejad que me cuenten historias -tiempo ha- para mí muertas y me consuelen para mi alegría de las penas y tristezas... ¡Que vengan! ¡Que lleguen! Que hasta ahora, en este extraño y lúgubre lugar, nunca antes, han podido reinar: la paz ni la tranquilidad. Bogotá, Febrero 23 de 1.977
Texto agregado el 06-02-2004, y leído por 178 visitantes. (2 votos)