Bebí mi soledad a sorbos lánguidos.
Lacé el amor en mis húmeros dislocados,
y me senté canturreando a orillas de la muerte.
Ya el corderillo celeste había trovado
sus elegías el domingo pasado, en mis pupilas.
No obstante, aun palpo la vida en el crepúsculo.
Oh corderillo celeste,
fúnebre heraldo peregrino;
Te siento a tientas
en mi poesía suicida.
Veo los yermos de mi vida
(donde antes hubo poesía lozana)
con proletaria nostalgia,
y cautivo de soledades
espero mientras mezo mis zapatos
al corderillo celeste.
Texto agregado el 09-12-2006, y leído por 152
visitantes. (3 votos)
Lectores Opinan
01-03-2007
tierno...soledad, infinita compañera cuando nadie conciente queda... Maggie_Lee
14-12-2006
ufffff :) intenso+++++++ PUCCA_PSICODELIC
09-12-2006
la pucha che, se ve que el mate estaba caliente, porque se me pianto un lagrimón. 5* seba_
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